Capítulo 32

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Mattias estaba en el autobús rumbo al hotel, apoyando la cabeza sobre el hombro de Jin-hyuk, cediendo ante el agotamiento. Aunque cualquiera en su lugar celebraría cómo si no hubiera un mañana, él no tenía ánimos de hacerlo, todo lo que quería era una cama y su novio.

Por otro lado, Nigel estaba llorando, intentando ser lo más silencioso posible, pero siendo incapaz de detener las lágrimas. Anhelaba con todas sus fuerzas llegar a la final, pero lo arruinó todo, no sólo para sí mismo, sino también para Ró, así que se sentía culpable.

—Ya hijo, ya pasó todo—Elisa, su madre acariciaba sus mejillas, apartando las lágrimas que adornaban el rostro del joven chef—, tienes que mirar el lado positivo, alcanzaste el cuadro de los cinco finalistas a tu edad, dime, ¿qué otro chico tendría un logro como ese?

—A mi amiga Ró la descalificaron por mi, por ayudarme, si no lo hubiera hecho, tal vez...

—No sabes qué hubiera pasado de no ser así, cariño. La vida es impredecible, no importa cuanto contemples el futuro, nadie sabe lo que pueda ocurrir en él. A veces, las cosas se salen de nuestras manos sin que podamos hacer algo al respecto. Pero tranquilo, no volverás a casa como un perdedor.

—Tu madre tiene razón—dijo Hugo, su padre—, cuando estemos en casa, reuniremos a toda la familia y celebraremos más que en Navidad o Año Nuevo. Te lo prometo, campeón.

Esas palabras fueron suficientes para levantar el ánimo de Nigel. Era un suertudo por contar con padres como ellos, siempre le brindaron apoyo en momentos que le causaron tristeza.

En quinto grado de primaria, participó en un concurso de deletreo, pero obtuvo el tercer puesto, al principio creyó que sus padres se sentirían decepcionados y resultó ser todo lo contrario, lo llevaron a un parque de diversiones como recompensa.

Cuando tenía trece años, se inscribió en la feria de ciencias, sin obtener algún reconocimiento, sintiéndose aún más triste ya que se había esforzado bastante en el proyecto. Sus padres, para levantar el ánimo, compraron pizza a la hora de la cena.

Definitivamente ellos son los mejores padres que pudo tener.

Los pasajeros del autobús bajaron cuando llegaron al hotel, excepto Mattias, que se había quedado dormido a tal punto que Jin-hyuk no logró despertarlo.

—Vamos, Matti, ya estamos en el hotel, hay que bajar—le decía mientras movía su hombro en un vano intento de sacarlo del mundo de Morfeo.

—Hermano tonto, no pudo esperar hasta que regresaramos—dijo Ingrid, negando con la cabeza—, supongo que tendrás que cargarlo igual que en las series de tu país, si sabes a lo que me refiero, ¿cierto?

—Por supuesto, he querido hacer con él desde hace mucho tiempo—Jin-hyuk sonrió, mirando a su amado que tenía la cabeza recostada sobre la ventana del autobús—, esta es mi oportunidad.

—Genial, bueno, cuidalo mucho, creo que es innecesario que te lo diga, es obvio que siempre lo haces.

Jin-hyuk levantó a Mattias, poniéndolo sobre su espalda, saliendo del autobús e ingresando al hotel con los demás.

—Se ven idénticos a una pareja de drama coreano—comentó Park Jeong-sook, soltando una pequeña risa—, muy lindos, hijo.

—¡Hay que tomarles una foto!—exclamó la pequeña Kim Ji-hae.

—¡Abuela, toma una foto, por favor!—pidió el pequeño Kim Dae-hae, apoyando la idea de su hermana melliza.

—Está bien, está bien, niños—Jeong-sook sacó su celular del bolso—, hijo, espera.

Chef de mi corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora