Llegó el viernes, y con ese día, la tercera fase del Concurso Bernier, momento crucial para los cinco finalistas. Nigel no podía controlar los nervios, el corazón le palpitaba a la misma velocidad que un auto de carreras, manos sudorosas, sequedad en la boca, sentía que estaba al borde de una crisis.
—¿Quieres agua? Creo que la necesitas más que yo—Rosana le brindó una botella de agua, notando el estado emocional en el que se encontraba Nigel.
—Sí, gracias, Ró—el chico belga agarró la botella, bebiendo su contenido, intentando calmarse.
—Avisanos si te sientes mal, no quiero que sufras un infarto en plena competencia—dijo Shen, tras notar el patrón del comportamiento de Nigel, pues este evidenciaba que no tenía completa calma, emocionalmente hablando—, aterrorizarás a la audiencia y quizás en el futuro inventen la leyenda del concursante que murió en el estudio, cuyo fantasma ronda por ahí penando.
—Ja, ja, qué gracioso eres, Shen—Nigel puso los ojos en blanco al escuchar esa broma.
—¿No les parece grandioso? Los cuatro hemos llegado juntos a la tercera etapa, ¿alguno de ustedes lo imaginaba?—preguntó Mattias sonriendo con entusiasmo, a diferencia de Nigel, apenas sentía una pizca de nervios.
—La verdad es que no—respondió Ró sonriente—, pensé que sólo llegaría a los catorce semifinalistas, la vida está llena de sorpresas.
—Ha sido todo un placer competir con ustedes—dijo Shen—, no importa quien gane, me divertí mucho.
Su mano se entrelazó con la de Ró, Nigel y Mattias abrieron los ojos ante ese gesto que evidenciaba lo que ahora había entre los dos.
—¿Estás viendo lo mismo que yo?—preguntó Nigel alegre al ojiazul.
—¡Al fin son novios!—celebró Mattias, ya ansiaba porque ellos aceptaran sus sentimientos, pues pensaba que no tenían porqué ocultarlo más si saben perfectamente lo que hay dentro de sus corazones.
—Y por si tienen curiosidad, fue Ró la que dio el paso—afirmó Shen, entre risas, besando la mejilla de su nueva pareja.
—Claro, cielito, alguno de los dos tenía que hacerlo—Ró tocó la punta de la nariz de Shen—, me cansé de esperarte, reconozco que en un principio quería ir lento contigo, pero luego me di cuenta que en la vida, hay que ser rápidos si queremos ganar. Además, ¿quién dice que una mujer no puede declararse a un hombre?
—Eso es justo lo que me encanta de ti, mi amor.
—Bueno, bueno, bueno...nadie quiere sufrir diabetes aquí, por favor. Tampoco exageren—Nigel cortó el ambiente que la pareja había generado con sus actos afectuosos.
Ró le envió una mirada de asesino.
—Cuando volvamos al hotel, tú y yo rendiremos cuentas, niño malcriado—sentenció determinada a hacer que Nigel se arrepintiera de meterse en asuntos ajenos.
—Relájate, Rosie. No le prestes atención a él, sino a mí, ¿sí?—Shen besó varias veces la mejilla de su novia, acariciando su cabello azabache también.
—Tienes razón, Shenie, mereces toda mi atención—Ró frotó su nariz contra la de Shen cariñosamente, ambos rieron, abrazándose después.
—En serio, voy a necesitar insulina—susurró Nigel a Mattias.
—El amor los ayudará a lidiar con la presión de la competencia—dijo Mattias para que no continuara bromeando y dejara en paz a la pareja—, no lo entenderías, apuesto a que no te has enamorado todavía.
—Oye, tampoco tengo un corazón de piedra, sí me he enamorado pero...nunca he estado en una relación—Nigel se encogió de hombros—, así que no, tienes razón, no lo entendería.
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Chef de mi corazón
RomanceMattias es un chico sueco de veintiún años que llegó a Busan, Corea a trabajar en uno de los mejores restaurantes para ganar más dinero y cumplir su más anhelado sueño. Jin-hyuk es CEO del Grupo Holnyu, decide acudir al lugar donde el extranjero pr...