Capítulo 43

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Mattias y Jin-hyuk partieron a Vietnam el día correspondiente en la agenda, les acompañaba Park Jeong-sook y Kim Sang-cheol, para no dejar al sueco solo cuando Jin-hyuk tuviera que reunirse con los empresarios vietnamitas, la pareja estaba feliz de que pudieran hacer algo juntos, distraerse un poco después de los malos momentos que pasaron.

El magnate coreano envió dinero a su familia política para que pudieran ir a Corea, permitiendo que se quedaran en su casa y así recibirlos cuando el viaje acabara, ellos estuvieron más que contentos con esa decisión, en especial Arvid Holmberg.

Llegaron cinco días después de la partida de la pareja, Hyon Se-bin, Min So-ri y demás empleados se mostraron a disposición de los Holmberg, siguiendo las instrucciones de Jin-hyuk para la comodidad de la familia escandinava.

—Mi cuñado preocupado por nuestra comodidad y tú tachandolo cómo el malo del cuento—espetó Ingrid a su padre.

—Me equivoqué, ¿cuántas veces me vas reprochar eso, hija?

—Cuando me aburra o cuando tenga el unicornio que prometiste darme en mi cumpleaños número seis, lo que pase primero—la adolescente se encogió de hombros.

—¿Cómo es que te acuerdas de eso?

—Afortunadamente fui bendecida con una buena memoria.

—El señor Kim dijo que podían usar las habitaciones que desearan, no se preocupen—avisó el secretario Gook.

—Qué alivio, porque yo no dormiré en la misma cama donde mi hermano hace cosas privadas con su novio.

—Ingrid—Hilda le reprochó por su broma fuera de lugar.

—Es la verdad, ¿por qué creen que cuando era niña no quería dormir con ustedes en caso de tener pesadillas? Digo, no es que ya supiera lo que hacen los adultos cuando están solos en una misma habitación, pero no me gustaba verlos besarse.

—Ay, Ingrid, no tienes remedio.

—Mejor vayamos a instalarnos—dijo Arvid, caminando a la habitación designada junto con su esposa, ayudándole a cargar el equipaje, Hyon Se-bin y Min So-ri se ofrecieron, pero Arvid prefirió no molestarlas con una tarea que podían hacer fácilmente.

—¿Después qué haremos? Estamos en Busan, ¡hay que ir a la playa, ahora!

—Acabamos de llegar hija, mañana tal vez, quiero dormir—alegó Hilda con evidente tono de cansancio.

—Yo también, fue un vuelo largo.

—Supongo que eso pasa cuando se llega a la vejez.

—No te preocupes, que tú tampoco te salvarás de ella—afirmó Arvid entre risas, tratando de hacerle entender a Ingrid de que todos los seres humanos eventualmente llegarán a esa inevitable etapa de la vida y que no hay excepciones.

—Entonces, ¿qué se supone que haga? No quiero quedarme aquí aburrida.

—Yo que sé, puedes hablar con Jakob, tomarte selfies, hablar de chismes con tus amigas, ver alguna serie, llorar porque una celebridad que no sabe de tu existencia—sugirió su madre de forma burlesca—, cualquier cosa que hagan los adolescentes del siglo XXI. Pero no salgas de aquí sola, ese delincuente que lastimó a tu hermano sigue suelto.

—Tal vez esté rondando por aquí, nunca se sabe, así que quédate adentro.

—Sí, ya entendí—Ingrid puso los ojos en blanco—, prometo no salir de la casa y permanecer aquí, aburrida, esperando a mi hermano y cuñado que posiblemente están haciendo el amor en un lujoso hotel de Vietnam en este preciso momento mientras nosotros nos aburrimos aquí adentro.

Chef de mi corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora