Capítulo 39

122 17 3
                                    

—Pero, Jin-hyuk, ¿qué te ocurre? ¿Por qué te comportas así?

—¿Qué parte de "ya no te amo" no entiendes, rubio oxigenado? Eres una carga para mi, lo único que haces es llorar, lamentarte y quejarte todo el día y toda la noche de que eres ciego, estoy harto de lidiar contigo.

—¡Dijiste que me amabas!

—Todo lo bueno tiene que terminar, ¿no? Ahora lárgate de mi casa y regrésate a tu país.

Jin-hyuk le tiró una maleta para que Mattias empacara sus cosas, salió del cuarto, azotando la puerta, dejándolo con un gran dolor en el pecho y lágrimas saliendo de sus ojos, corriendo por las mejillas blanquecinas, que aún estaban cicatrizadas a raíz del ataque con ácido.

Cayó al suelo de rodillas, sintiendo cómo su alma y corazón se partían en dos.

—Dijiste que me amabas, dijiste que me amabas, dijiste que me amabas—repetía en medio del llanto—, no me hagas esto, por favor...

De pronto, hubo un momento en que la oscuridad se hizo presente, Mattias abrió los ojos para encontrarla de nuevo, estaba agitado y sentía los ojos húmedos, cómo si hubiera llorado también en la realidad, dirigió las manos hacia el otro lado de la cama, donde se suponía estaba Jin-hyuk, pero no había nadie, generando desesperación y temor.

—¿Jin-hyuk? ¡Jin-hyuk!

Se empezó a mover para levantarse de la cama, hasta que unas manos lo detuvieron, su dueño era el magnate, quien lo miró angustiado.

—Estoy aquí, ¿qué pasó, amor?

Mattias lo abrazó, sollozando y respirando aún agitado.

—Soñé que...ya no me amabas y querías que me fuera.

Jin-hyuk le miró con pesar, aunque ya imaginaba que Mattias fuera a tener pesadillas, no era su culpa, nadie quedaría bien mentalmente hablando después de sufrir algo horrible.

—Cuando noté que no estabas, pensé que todo era real. Me dolía el corazón cuando dijiste esas cosas tan feas—seguía contando el ojiazul en medio de sollozos.

—No pasa nada, fue una pesadilla, mi amor. Yo jamás te haría algo así, te prometí ser la luz en la oscuridad que cubre tus ojos y voy a cumplir esa promesa, pase lo que pase—agarró las mejillas de Mattias, limpiando las lágrimas que salían con los pulgares.

Besó su frente y luego los labios, ayudando a transmitir calma al alma de su amado perturbada por esa pesadilla. Mattias correspondió, sintiendo la calidez que tanto adoraba de Jin-hyuk.

No le molesta cómo me veo con las cicatrices, me cuesta creer que haya encontrado al hombre de mi vida que nunca pensé necesitar. Pensó Mattias, recuperando la calma durante el beso.

Jin-hyuk se separó, pegando su frente contra la del escandinavo de forma cariñosa.

—No hay nada en este mundo que me haga dejar de amarte—dijo, aún acariciando las mejillas de Mattias, notando que en sus ojos el brillo que tanto le fascinaba y recordaba a unas hermosas perlas caídas del cielo, luchaba por mantenerse vivo, era tenue, como una luciérnaga en una noche sin luz de luna.

—Te amo, Jin—Mattias puso una mano sobre la de Jin-hyuk, la cual seguía reposando en su mejilla—, gracias por quedarte conmigo.

—Y lo haré por un largo, largo tiempo—le dio otro beso, ayudándolo a levantarse de la cama—, vamos a ducharnos, hay que ir al hospital para reprogramar la cita.

Mattias asintió en comprensión.

Jin-hyuk ayudó a bañarlo y a vestirlo posteriormente, el escandinavo se sentía igual que un niño pequeño, recordando los viejos tiempos con su madre en la más tierna infancia, sonrió por la nostalgia, que fue reemplazada por la preocupación.

Chef de mi corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora