Capítulo 11

401 54 1
                                    

Tae-woong y Seo-hye no opusieron a la compañía de Mattias, les dijeron todas las recomendaciones que debían seguir: videojuegos desde las cinco hasta las seis, cena a las siete, películas a las ocho y hora de dormir a las diez. Muy sencillo.

Una vez que los adultos se fueron, el trabajo de niñeros dio inicio. Ji-hae y Dae-hae abrazaron a su tío contentos de que pasarían el resto del día con él.

—Tío, ¿quién es él?—preguntó Ji-hae, viendo curiosa al joven chef.

—Es un extranjero, tonta—dijo Dae-hae con obviedad.

—Es un amigo mío, se llama Mattias—Jin-hyuk hizo el honor de presentarlo.

—Mucho gusto—sonrió dulce a los pequeños, a veces cuidaba a los hijos de sus vecinos, por lo que le resultaba fácil interactuar con niños.

—¿De dónde eres?

—Suecia—respondió el ojiazul a Ji-hae.

—Wow—dijo sorprendida—, ¿qué haces en Corea?

—Trabajando, vine aquí porque quería probar suerte fuera de mi país, soy chef así que no tendré ningún problema en prepararles la cena, les gustarán mis platillos.

—No está equivocado, probé sus Jajangmyeon, deliciosos—afirmó Jin-hyuk.

—¿Sabes hacer galletas?—inquirió Dae-hae.

—Fue lo primero que aprendí cuando tenía más o menos su edad.

—¿Con chispas de chocolate?

—Por supuesto.

—¿Podrías hacernos unas? Por favor—suplicaron al mismo tiempo los mellizos, haciendo caritas de cachorro, la mayor debilidad de sus padres y Jin-hyuk, esa estrategia siempre les funciona cuando quieren conseguir algo.

Hay niños muy inteligentes, ese par no era la excepción. A veces más que sus propios padres. Una vez hicieron la clásica mentira de fingir un resfriado para no ir a la escuela, salió sorpresivamente bien.

—Está bien, ¿quieren ver cómo las hago? Puedo también enseñarles si quieren.

—¿En serio?—Ji-hae sonó emocionada.

—Claro, vamos.

Se dirigieron a la cocina, Mattias empezó a buscar los ingredientes necesarios, afortunadamente había todo lo que necesitaba para preparar el pedido de los infantes, quienes no podían ocultar su entusiasmo, iban a ser chefs por un día.

Jin-hyuk miraba la escena con ternura, Mattias explicaba paso a paso cómo hacer las galletas, incluso dándoles la forma que sus pequeños pupilos deseaban. Dae-hae hizo las suyas de dinosaurios, Ji-hae de estrellas.

—Eres un genio—dijo la niña—, me gustaría ser chef como tú.

—Puedes serlo si te lo propones y luchas para conseguirlo, no dejes que alguien te diga que no puedes hacer en la vida. Ni siquiera tus padres, lo más importante es jamás rendirse, recuerdalo siempre, necesitarás este consejo cuando seas mayor.

Asintió, el europeo no estaba equivocado, tuvo que lidiar con algunos de sus familiares que preferían verlo en otra profesión, como doctor, empresario, militar o abogado. Pero hizo caso omiso, escuchando su corazón, su mente y a aquellos que le brindaban apoyo, cómo sus padres y Frank.

Metieron las galletas al horno, esperarían unos veinte minutos para que estuvieran listas. Jin-hyuk agarró harina en su mano, lanzándola a la cara de los niños y Mattias.

—¡Tío! ¡No desperdicies la harina! ¡Menos en mi lindo rostro de muñeca!—exclamó Ji-hae.

—¿Rostro de muñeca? Pero si es idéntico al Monstruo del Lago Ness—comentó Dae-hae, ganando un pisotón por parte de su gemela.

Chef de mi corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora