CAPÍTULO 05

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CELOS EN WONDERLAND.

Dante

Veintiún días han pasado desde que follé con la rubia misteriosa, veintiún rubias que me he follado imaginando que es ella la que gime mi nombre y me suplica para que le de más fuerte, pero no logro resultados pues le sigo teniendo ganas desde aquella noche que lo hicimos sobre el tocador en la fiesta de máscaras. No puedo sacarme de la cabeza el delicioso sabor de su coño, la música de sus gemidos y el baile de sus pechos sobre el vestido de aquella jodida noche. Recuerdo que era estrecha, cosa que nunca me gusta de las mujeres, pero joder con ella se sentía tan bien.

Dante, debes sacarla de tu cabeza, sólo es una mujer más en tu larga lista.

Arremeto más fuerte sobre el coño de la empleada de limpieza del hotel donde en estos momentos estamos realizando un operativo para atrapar un pez gordo, una mujer creadora de una nueva droga alucinógena. La chica grita de dolor pidiendo que vaya más lento. Ralentizo, pero sigo penetrándola, volviendo a evocar a la imagen de la puta diosa griega, de sus manos arañando mi espalda y sus labios rojo sangre y carnosos pidiendo más. Gracias a esos pensamientos logro correrme sobre la chica. Salgo de ella, tiro el condón a la basura y arreglo mi traje.

—Largo —le exijo. Baja la cabeza y sale de la habitación sin hacer preguntas.

Termino de acomodar la chaqueta del traje en su lugar, asegurando que no se vea el arma que escondo en la espalda y las esposas en el bolsillo del pantalón. Vuelvo a conectar la señal del intercomunicador oculto en mi oreja.

—Informe de la situación —ordeno por este.

¿Ya has terminado de follarte al servicio? Responde, nadie nos oye de momento —reconozco la voz de Marco.

—Sí, pero todavía no me he saciado. El recuerdo de la diosa rubia no deja de rondar por mi cabeza.

¿Todavía no la has encontrado? —pregunta en un tono burlón que no me hace ni puta gracia en estos momentos, sobre todo porque me hace pensar en ella y eso sólo provoca que mi polla la reclame con más ganas.

Voy hasta la mesa donde hay varias bebidas, me sirvo una copa, siguiendo las indicaciones que el amante del objetivo nos dijo cuando lo atrapamos, una semana atrás:

«Siempre vamos al mismo hotel y la misma habitación. Cuando llega siempre estoy tomando una copa de vodka mirando sobre la cristalera, sin la corbata y unos botones desabrochados. Cuando llegue no dirá palabra, irá directamente a la cama, se quitará su gabardina y quedará sentada de rodillas con una trenza en su pelo, con las manos en la espalda, lista para ser sometida».

Vamos que la bioquímica le gusta ser una sumisa.

—Estoy a punto de encontrarla, pero se hace de rogar —le respondo cortante. Desde que me dijo que su nombre es protagonista de un mito griego no he parado de buscar en los registros, y aún así, no aparece en las bases de datos, pero sé que estoy muy cerca de encontrarla, y cuando lo haga, no la soltare hasta saciarme completamente de su exquisito coño.

El objetivo acaba de entrar al ascensor —informa uno de los agentes por el intercomunicador.

—Todos a sus puestos. No quiero errores —espeto.

Tal como dijo su amante, entra a la habitación sin emitir palabra, desliza su gabardina hasta quedar en el suelo, pese a estar en pleno verano florentino, y se arrodilla sobre la cama, atando su pelo en una trenza.

Me acerco sigilosamente a ella, paso mis dedos sobre su espalda casi desnuda de no ser por el pequeño sujetador de encaje. También es rubia, como ella. Saco rápidamente esos pensamientos de mi mente y me obligo a concentrarme en la puñetera misión. Se estremece con mi toque, justo como me indicaron. Llevo mi otra mano hacia las hebras de su pelo, tirando de la trenza, arqueando su cuello y acercándolo al mío, aspiro su perfume a lavanda y ella hace lo mismo. Frunce el ceño, pues cae en la cuenta de que no es la persona con la que esperaba follar hoy.

PANDORA © (Sombras #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora