CAPÍTULO 21

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VENGANZA.

Dante

Por mucho que lo intente reprimir, no he parado de pensar en ella toda la noche. Anoche la volví a sentir y se cumplieron todos mis deseos. Sus dedos delicados se deslizaban por mi piel incendiada, aliviando mi sed.

Sus labios sobre mi cuerpo, el olor de su perfume, el tacto de sus dedos en mi piel, la melodía de sus gemidos, el exquisito sabor de sus labios y el néctar que desprende en respuesta a mi toque.

Toda ella grita peligro y es una droga andante, de esas de las que no sabes que te vas volviendo adicto con cada dosis, y eso, es lo que creo que me esta pasando.

Me estoy volviendo adicto a mi diosa italiana de ojos tormenta.

Anoche no pude —ni quería— evitar sentirme celoso por la presencia de aquellos líderes de las mafias que se convertirán en nuestros aliados en nuestra partida contra la oscuridad. Sé que estaba jugando, que quería provocarme y hacerme ver que no soy el único hombre que puede tenerla y, en cierto modo, logró su cometido, porque consiguió que tuviera que reprimir repartir golpes y amenazas a varias personas.

Ese mismo día, horas antes, también logró ponerme cachondo cuando confesó que nos estamos acostando y que pretendemos seguir haciéndolo, delante de Lía. La seguridad con la que decía esas palabras, el veneno de sus ojos y voz enmascarado en sonrisas ladinas, llenas de poder y advertencia, dirigidas a "mi esposa", y la provocación indirecta hacia mí, hacía inevitable sentir las ganas de tomarla en ese momento y penetrarla hasta hacerla flaquear.

Tampoco me quedé atrás. Follamos y la poseí como a ella le gusta en aquel baño del reservado. Dejé escrito mi nombre en cada poro de su piel para que hoy recuerde a quién le pertenecen sus gemidos.

Hago a un lado las sábanas de mi cama y camino hacia mi vestidor con las bragas de thèa en la mano. Saco la caja de terciopelo rojo en la que guardo cada una de las prendas que le he robado a Pandora.

Siempre solía quedarme alguna que otra prenda íntima de mis conquistas, pero las acaba tirando con el tiempo. Con Lía nunca sentí el impulso de hacerlo. En cambio, las de Pandora son diferentes; me excitan y me incitan a seguir coleccionándolas.

Coloco la que le puse y le arrebaté yo mismo ayer junto con el resto, ordenadas en orden cronológico conforme me las fui adueñando.

Río y curvo mis labios en una media sonrisa. Si sigo así la dejaré sin lencería que usar.

«Habrá que solucionar eso», pienso.

Bajo a desayunar con mi hermana al otro lado de la línea. Sigue en Florencia por unas semanas más, así que le pido un favor para que me acompañe hoy a comprar lencería para Pandora. Acepta con la condición de que le hable más de ella y yo acepto a regañadientes.

—Buenos días, cielo —Alyssa pone frente a mí un plato con lo que ha preparado para desayunar—. El señorito Casio vino anoche y, viendo que no estabas, dejó unos documentos que le pediste. Los dejé en tu despacho.

Muevo la cabeza en señal de asentimiento y me centro en comer. Realmente estaba hambriento, porque cierta pantera me dejo exhausto y agotado anoche.

Termino y vuelvo a subir para cambiarme de ropa por una más apropiada para los lugares a los que planeo ir hoy. Paso por el despacho a recoger los documentos de Casio justo cuando Daphne entra en el ático, empujando el carrito doble donde los mellizos duermen.

—Alyssa, querida, ¿te importaría quedarte con los mellizos mientras acompaño al idiota de mi hermano? —pregunta después de darle un abrazo.

PANDORA © (Sombras #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora