CAPÍTULO 19

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LA SOMFE SE VISTE DE GALA.

Dante

Hoy es la dichosa gala anual de la SOMFE, y como todos los años, mi paciencia estos días pende de un hilo a punto de romperse. Lo único bueno de este año es que no tengo que hacer el discurso homenaje, sino que lo hará Pandora debido a su reincorporación.

Hablando de la thèa italiana, llevo desde que volvimos de Kiev sin verla, pues esa misma noche, Lía regresó de Nueva York por este evento, y como ya me dejó claro meses atrás, cuando Lía volviera, ella se desligaría de mí en todo aquello no laboral. El problema es, que mi polla la reclama, y saber que me debe uno, o varios orgasmos, en un avión sobrevolando las nubes, no ayuda a mi humor y a mi autocontrol en estos momentos.

Por esa razón, y para huir de los reclamos de Lía, me refugio en las oficinas de los Bancos Clios, ocupándome de la parte que me corresponde en el banco, evitando todo lo que tenga que ver con el matrimonio o el evento.

El móvil vibra sobre la mesa, avisando de nuevos mensajes. Veo que algunos son de Lía, los cuales borro sin llegar a leerlos, no tengo tiempo ni paciencia para ella ahora, pero otros son de la pantera.

¿El Capitán ha podido consumar la unión matrimonial con su esposa recién llegada del otro continente, o sigue pensando en esa promesa a kilómetros de altura con la diosa que juega a ser una pantera muy traviesa?

Espero que la respuesta a la pregunta sea un "Sí", porque yo tampoco puedo sacarme de la cabeza esa promesa, poeta.

Solo con leer los mensajes podría apostar que los escribía como si me lo estuviera susurrando entre jadeos.

No sería un buen caballero si no pensara en la deliciosa promesa que cierta dama me hizo. ¿Qué pasa, thèa, tu lado celoso se desvive por saber si he sido capaz de saciarme con el cuerpo de mi esposa? Pues me temo que he estado tan ocupado con otros asuntos que no he podido saciar mi ferviente apetito.

Ladeo una media sonrisa.

—¡Dante! —levanto la mirada al frente—. ¿Acaso has escuchado algo de lo que he dicho?

Mi hermana Daphne cruza sus brazos sobre su pecho a la vez que levanta una ceja, mirándome con incredulidad.

—No, y tampoco quiero —sonrío de forma cínica.

Otro mensaje llega.

Eso tendría fácil solución si alguien no estuviera en suelo florentino.

No hace falta ser Einstein para saber que habla de Lía, y razón no le falta.

Puedes hacer una excepción.

No suelo romper mis promesas, poeta, pero estoy un poco susceptible hoy, a lo mejor logras convencerme.

«Oh amor, claro que lo haré»

—Hablaba de que no tengo por qué soportar y consolar los llantos desesperados de tú mujer, querido hermano. Bastantes problemas tengo ya con los mellizos y el despacho de arquitectos.

Hace casi un año dio a luz a mis sobrinos, los mellizos Agatha y Robin, y recientemente dirige el despacho de arquitectos más demandado de toda Atenas.

—Pues no hables. Nadie te obliga —gruño.

—Tan frío e insensible como siempre, hermanito —rueda los ojos—. ¿En qué estabas pensando cuando hiciste lo que hiciste? —se pone a dar vueltas por el despacho.

PANDORA © (Sombras #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora