CAPÍTULO 32

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UNA VEZ EN DICIEMBRE.

Dante

Abro impaciente la carta que estaba esperando desde Estados Unidos, rezando de que sea lo que espero que sea.

Solicitud: Demanda de divorcio.

Remitente: Dante Amatos Clios.

Destinatario: Lía Williams.

Estado: Denegada.

—¡MIERDA! —lanzo la botella vacía de whiskey contra la pared, creando un charco de miles de cristales rotos.

Cronos, el Doberman de Pandora, se asusta a mis pies por el impacto. Sí, el perro se ha encariñado conmigo, creo que es porque compartimos el mismo carácter y advertencia de raza peligrosa. Lo cierto es que me agrada su compañía y de vez en cuando me lo traigo a la central para que entrene con la brigada canina, pese a que me dijeron que está altamente cualificado y entrenado por el ejército español.

«Qué esperabas, Dante. Es el perro de ella, una estratega, ¿en serio creerías que no iba a estar entrenado», me recrimina mi propia mente, pero no estoy para pelearme con ella. Tengo asuntos mucho más importantes, como el que tengo en las manos.

Por más que la miro, por más que pestañeé, intentando hacerme creer que solo ha sido una ilusión óptica, el resultado sigue siendo el mismo; denegada la puñetera y maldita demanda de divorcio.

Denegada. Denegada. Denegada. Denegada... Joder.

¿Es que no se cansa nunca? O, mejor dicho, ¿qué es aquello a lo que se aferra para no firmarla? Mi fortuna no es, porque bendito el momento que estampó su firma en el acuerdo prematrimonial sin ella saberlo, y mi apellido tampoco es, ya que me negué rotundamente a que hagan lo que hacen los americanos y se ponga mi apellido.

Sea lo que sea, tendré que cortarlo de raíz para tener la puta libertad burocrática que me merezco, apartándome de todo lo que tenga que ver con su familia. Ya no la necesito para mi objetivo.

Suspiro y respiro tres veces, haciendo un intento fallido de calmarme. Frente a mí, el sol despierta por el este y la ciudad comienza a despertar.

Un par de horas con el saco de boxeo no me vendrían mal. Golpearlo hasta destrozarlo, pensando que es Lía la que está frente a mí. Podría también descargarme follándome a Pandora, pero no merece que descargue mi ira contra ella de esa forma. Ella no.

Prefiero que nuestros encuentros estén llenos de magnetismo, erotismo y mucho placer, y no de frustración e ira que necesita ser canalizada.

La puerta del despacho se abre de golpe, y como un huracán que arrasa con todo a su paso, la presencia agitada de Pandora golpea mi densa soledad. Cronos se levanta de golpe y corre hacia su dueña, lamiéndole la mano que ella le tiende.

—Oh, que bien me viene que estés aquí —dice al notar mi presencia y escanear el despacho compartido, reparando en el cristal roto—. Avisaré para que lo limpien. ¿Mala noche? —pregunta suave mientras se hace una coleta alta.

—De las peores.

—¿Sé puede saber la razón? —capto su lado curioso, pero hay secretos que mejor guardarlos y librar la batalla en solitario.

—Burocracia —respondo, quitándole importancia—. ¿Y tú? ¿Qué haces tan temprano aquí y con apariencia de no haber dormido nada?

—Tampoco he dormido nada. Llevo toda la noche con asuntos pendientes y revisando los casos de Claus —se agacha, aún en el umbral de la puerta, para acariciar a Cronos.

PANDORA © (Sombras #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora