PANDORA © (Sombras #1)

CAPÍTULO 58

CÍRCULO DE INVOCACIÓN.

Dante

¿Qué es lo mejor de cobrar una venganza? Hacerlo con la persona que quieres, convirtiendo sus batallas en las tuyas también. Vengar el disparo de Valeria no iba a ser la excepción a eso.

¿Sabéis qué es lo más estimulante? Ver a través de sus ojos vengativos, sintiendo la misma sacudida de placer mientras capturamos al sicario. Saber que me está corrompiendo, influenciándome con esa aura siniestra es una descarga de adrenalina por mis venas.

Cada día más adicto a ella que el día anterior. Cada día más metida en mi piel de lo que admitiré.

Vamos en el coche de camino a la mansión después de sedar y amordazar a la rata callejera que apretó el gatillo e incrustó una bala en el cuerpo de Val. Pensaba que iba a ser más difícil de atrapar o que nos daría más juego, pero su captura ha sido demasiado aburrida, ni siquiera he usado mi arma. Que desperdicio de recursos.

En el trayecto del coche, mi mano descansa en su brazo izquierdo apoyado en su muslo. Mi pulgar hace círculos por el tatuaje que nos hicimos después de su secuestro por lo de Brina. Ella se tatuó en el antebrazo izquierdo, cuando acaba su serpiente, una margarita con dos manos que cortan su tallo con unas tijeras porque a Brina le gustaban esas flores y el personaje de Morticia Adams. Yo fui más sencillo, en el mismo lugar tengo la cabeza de un gato negro con detalles sobre estrellas y lunas, en honor a su nombre completo, ya que a ella nunca le gustó Sabrina y se lo acortó a Brina porque se metían con ella por tener nombre de una bruja de dibujos animados.

Solo han pasado unas horas desde que saqué a Pandora del hospital. Durmió dos horas, el tiempo que tardó Bastian en conseguir toda la información que necesitamos. Aún era de madrugada cuando fuimos a su caza, ahora los primeros rayos de luz nos abrazan cuando llegamos a casa.

—Bájalo a la sala de interrogatorio —ordena con un tono macabro, pero no menos excitante.

Ventajas de la casa donde ahora casi vivimos fuese diseñada como central de emergencia es que tienes una sala de interrogatorios y armería a tu completa disposición.

Lo cargo como un saco de patatas, dejándolo caer de forma bruta sobre la silla de la sala de interrogatorios. Me la quedo mirando mientras cruzo los brazos y espero a que ella baje.

—Casi lo matamos y muerto no nos sirve todavía —dice al entrar.

—Se merece la muerte —replico.

—Sí, pero después de obtener las respuestas que queremos saber —me mira con esas miradas de reproche amortiguadas.

Me doy cuenta de que lleva una jeringuilla y un vaso en la mano. En otras circunstancias me debería preocupar, pero siendo ella, es su forma de agilizar trámites.

—¿Qué llevas ahí? —señalo con la cabeza sus manos.

—El pinchacito para que me confirme una respuesta que ya sabemos y la bebida para divertirnos un poco en sus últimos minutos de existencia —la sonrisa que me dedica provoca una sacudida en mi cuerpo, de esas que te provocan a abrir el lado oscuro.

Se acerca al cuerpo del hombre, clavándole la aguja en el cuello, volviendo a mi lado para esperar que se despierte y el suero haga efecto. La reacción de miedo cuando se da cuenta de que está en un lugar conocido alimenta al monstruo que llevamos dentro.

La luz de esta habitación es muy tenue, por lo que apenas puede reconocer nuestras caras, menos aún si va sedado con las combinaciones que hace Pandora.

—Bebe para que se te pase el efecto del sedante —lo dice tan convincente que, si no llego a saber que es una trampa, la creería—. No es veneno. Te quiero vivo, y si respondes a mi pregunta, te dejo libre y me olvido de que nuestras vidas se han cruzado. No tengo necesidad de matarte.