CAPÍTULO 10

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TENTACIONES EN ALTA MAR.

Dante

Creía que tenía un perfil psicológico definido de la gatita, pero me precipité al hacerlo, los hechos de hoy son la prueba. La sutil demostración de sus habilidades y poder de hoy me encienden como nunca, avivando la ferviente necesidad carnal y mental que siento hacia ella.

La gatita se convirtió en pantera.

Camino apresurado hacia mi habitación en silencio, notando como ella se desvía hacia la habitación de su hija. Me desvisto, quedando en un simple pantalón de chándal, y comienzo a dar vueltas por la habitación mientras reflexiono toda la información de hoy.

Pandora es un puñetero misterio adictivo en el que sabes que una vez comienzas a investigar, no podrás parar. Tampoco planeo parar por el momento.

Mi polla se pone dura cada vez que hago una suposición de ella, imaginándola en diferentes posiciones y situaciones, gritando y suplicando que la folle duro y la parta, matando, torturando, disparando o bailando como aquella vez en el club. Toda ella es una divina contradicción, igual ves a una mujer tierna con cara de no haber roto nunca un plato con un bebé en brazos siendo un ser de luz que luego también es capaz de infundir terror entre los mafiosos más peligrosos y matar a sangre fría sin ápice de culpa, siendo un ser oscuro y perverso.

Ella es la clara representación de que las apariencias engañan, y eso, es lo que mas me prende de ella.

Paro la caminata y voy hacia el balcón, cogiendo un cigarro de la cómoda, dispuesto a fumarlo para calmar el caos mental que la, ya no tan gatita, provoca.

Enciendo la droga para mis pulmones y le doy una calada, cerrando los ojos en un intento de calmar el deseo que alberga mi polla. Al abrirlos me encuentro con la figura de la diosa y la miro, observando sus ojos tormenta, y después su cuerpo, cubierto por una fina bata de seda que deja poco a la imaginación. Doy una sonrisa torcida imaginando las mil y una formas en las que quiero follarla.

—¿Tienes fuego? —pregunta de forma seductora.

Levanto la mano, dispuesto a encendérselo. Ella capta la señal, acercando su cara a mi mano, prendo su vicio y la miro dar una calada.

Se sienta en una de las sillas y cruza sus piernas, mirando las vistas sin emitir palabra. Imito su acción y pasan segundos en los que ninguno de los dos dice nada.

—Tienes preguntas que quieres que responda, pero no seré yo quién te anime a hacerlas —rompe el silencio.

Mis ojos se centran en como la tela de la bata se desliza por su hombro, dejando descubierto su hombro izquierdo adornado por encaje rojo, y como va abriendo la prenda, dejando a mi vista su cuerpo casi desnudo.

Me debato si dejar mi curiosidad apagada y follármela hasta que amanezca, o aprovechar la oportunidad que me brinda.

Me mira por encima del hombro, pero no se fija en mi cara, sino que su mirada baja lentamente por mi pecho desnudo, hasta llegar al bulto de mis pantalones, el cual se vuelve más duro.

—Controla tu mente y sabrás controlar tu cuerpo. Yo también estoy mojada y deseosa de que me vuelvas a follar, pero no es el momento —la información que me da no me ayuda en mis pensamientos—. Ambos somos orgullosos, y nunca admitiremos nuestra curiosidad ni preguntaremos. Pregunta ahora o calla para siempre.

Da otra calada y me mira cuando suelta el humo de forma sensual.

—¿Por qué te pusieron Pandora? —pregunto después de dar una calada sin mirarla.

PANDORA © (Sombras #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora