CAPÍTULO 36

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SONATA DE FUEGO Y PASIÓN.

Pandora

Desde esa intervención, en la que ayudé a Marco, ha vuelto a pasar una semana y media. Son los últimos días de enero y casi un mes después de aquel incidente que me hizo separarme de Dante, el poeta de mis fantasías.

Lo que hizo se quedará grabado durante bastante tiempo en mi memoria, pero ya estoy más calmada y dispuesta a hablar con él para arreglar la brecha entre nosotros. Al equilibrar la balanza, más o menos, digamos que se puede hacer un borrón y cuenta nueva. Solo que esta vez sí dejaré las cosas claras para evitar más dolor como el que hemos tenido que pasar.

Sé por parte de Marco que ha llevado mal estas semanas, que se las ha pasado hecho un perro rabioso y constantemente reunido con abogados para solucionar el asunto con Lía, tema que ya me está provocando jaqueca y en el que voy a intervenir para que llegue a su fin por todas y así yo pueda estar con él sin temas legales de por medio.

Quiero a Dante para mí y quiero poder gritar a los cuatros vientos que él es mío.

Convencida a tener esa conversación con Dante, recojo los cafés que he pedido en una cafetería y me los llevo a la central. Hoy estoy tranquila, calmada por el ajuste en la medicación e incluso feliz por verle y por poder arreglar esta piedra en el camino.

El día soleado se pone de mi parte, regalándome rayos de sol cálidos en una mañana fría de enero. Al pisar la central de nuevo, muchas caras me saludan por volver y otras, como siempre, se me quedan mirando.

Ignoro a la secretaria de nuestro despacho compartido y asomo la cabeza dentro de este, comprobando que no hay nadie además de Dante dentro.

—¿Puedo pasar? Vengo en son de paz —pregunto con voz cálida.

Hace un gesto con el brazo invitándome a pasar. Me acerco a su escritorio y le tiendo el café que he pedido. Con los ojos me agradece el café, su cara delata la falta de uno bien cargado.

—Vengo a hablar y aclarar este incidente —me siento en una de las butacas y dejo el tercer café en la mesita que hay entre las dos butacas enfrentadas. Luego se lo llevaré a su destinatario.

Dante se levanta y accede a sentarse en el sitio libre frente a mí. Nuestros ojos se encuentran y puedo sentir como estos empiezan a decirse muchas más cosas de las que admitiríamos y de las que hablaríamos hoy.

—¿Por qué lo hiciste, Dante? ¿Por qué rompiste aquello que mismo pediste y que ambos prometimos? —rompo el silencio con la primera pregunta directa al grano.

—Estaba cegado. Tenía mucho que procesar cuando me soltaste a gritos que habías falsificado todo el asunto de mi hermano y cuando aquella mujer me intento meter en la mente ideas sobre ti. Dudé de si era cierto o no lo que decían de ti, ¿sabes? No supe responder y descargué de la peor forma que pude hacerlo. Y créeme, aún estoy lamentando eso.

—Podrías haberme preguntado. Soy una persona muy querida u odiada según a quién preguntes, pero quién tiene la verdad absoluta soy yo, Dante, no una tercera persona —doy un trago a mi café—. Y sobre tu hermano, es un tema que se escapa de tu control y del que sigo órdenes de superiores. Si creamos esa farsa en los documentos fue para protegerte principalmente. Nuestra intención era que nunca te enteraras de que Argos fuese a La Academia.

—¿Me habrías dejado vivir con esa mentira y mirándome a la cara sabiendo tú la verdadera verdad? —pregunta dolido.

—A veces la verdad duele tanto que es mejor mentir para evitar un corazón roto en mil pedazos

PANDORA © (Sombras #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora