CAPÍTULO 46

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CUARENTENA.

Pandora

La noche en Madrid con Dante era la cura que no sabía que necesitaba, el antídoto de mis ataques de ansiedad. También ha sido un estímulo para volver en un futuro próximo y así enseñarle mi Madrid.

Quiero enseñarle el lugar que fue mi refugio. Enseñarle que sobre mi edificio hay una escultura de la diosa romana Diana lanzando flechas y que esas flechas están regadas por Gran Vía, razón por el que elegí ese edificio para vivir. Enseñarle sus preciosas calles, llevarlo de fiesta a Teatro Barceló, tomarnos una cerveza en Malasaña, admirar las obras Del Prado, ir de compras por la calle Salamanca, ir al cine de Callao, admirar los atardeceres en mi terraza, con su compañía y una copa de vino, y tener mil noches de fuego como la de hace unos días.

Quiero enseñarle mi segundo hogar, así como quiero que él me muestre su Grecia, su casa y, según él, su propia versión del cielo. Aunque suene ambicioso, también quiero que creemos nuestra propia versión de paraíso en algún lugar del mundo.

El viaje efímero a Madrid no solo fue fogoso, también resultó muy útil para responder a varias preguntas que rondaban en mi cabeza sobre el caso Claus. Con la cuarta víctima, ya logro centrar la estrella en el mapa de Europa, sabiendo cuál es su centro, concentrando la mayoría de mis nuevas preguntas en esa dirección.

Para todos, yo no sé nada, cuando en realidad sí sabía las posibles muertes que iban a ser, el patrón que seguía y el trazo en el mapa. También sé lo que pasará una vez estén las cinco muertes completadas, aunque si soy sincera, no quiero que ese momento llegue.

Lo único que no consigo resolver es el mensaje oculto que manda con las víctimas. Tengo teorías, pero ninguna tan sólida como para trazar un plan de ataque. Supongo que necesitaré más tiempo para meditar y buscar más pistas y pruebas.

El mensaje de Claus está casi claro, es un mensaje secundario el que me intenta transmitir, y no sé por qué, pero lo siento como una advertencia, un aviso. No sé si bueno o malo.

Sin embargo, hoy no es día de pensar en Claus, ni en todas las noches horribles que pasé recuperándome del regreso a La Academia. Sabía que me iban a dar esos ataques, pero nunca llegué a pensar que tan fuertes. Nunca había experimentado los terrores nocturnos y las pesadillas como las noches pasadas. Nunca había traspaso la barrera de los sueños y hecho daño físico a alguien... Agradeceré eternamente a Dante por quedarse y velarme en aquellas noches oscuras.

Hoy es un día bueno y próspero para los hoteles. Hace un rato, mi equipo y yo acabamos de firmar el contrato definitivo de financiación para la construcción de un nuevo hotel El Magnífico en Londres con el banco Clios, es decir, con Dante.

Ahora el poeta y yo tenemos un negocio que nos ata. Qué irónico, ¿no? Cuando era yo la que no quería mezclar trabajo y placer. Las vueltas que da la vida... Y qué placenteras vueltas.

—Que alegre vienes hoy —me dice Ana cuando me siento en un asiento libre de la sala de reuniones. Solo está ella aquí, el resto están entrenando o acabando asuntos pendientes.

Dante entra minutos después que yo hablando con Peter, compartiendo la misma sonrisa traviesa que yo, porque la firma del contrato se merece una celebración por la noche...

––Tengo motivos para estar alegre —bebo un sorbo del matcha que traigo hoy en vez de café—. ¿Qué tienes para mí?

—Pues hoy es día de correos e informes de resultados —música para mis oídos—. Pregunta y yo te voy respondiendo.

—Claus.

—Soltero, sacerdote de la Catedral de la Almudena en Madrid, sin familia cercana que llore su pérdida, sin hábitos tóxicos ni delictivos. Una persona más del montón, como el resto de sus víctimas.

PANDORA © (Sombras #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora