CAPÍTULO 47

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APRENDER A VOLAR.

Pandora

Hoy es uno de abril, el día que Valeria decidió iluminar la vida de Clara llegando al mundo una bonita tarde de primavera hace dieciocho años. Hoy también hace cuatro años que cogí el relevo de su custodia, convirtiéndome en su todo. Su amiga, su hermana y su madre, y creo que fue de las mejores decisiones que he tomado en mi vida.

El tiempo pasa demasiado rápido. ¿Cómo es posible que aquella risueña chiquilla de catorce años hoy cumpla la mayoría de edad y lo celebre debutando como modelo para importantes casas de lujo italianas?

Hoy, mi hija inicia una nueva etapa en su vida, abriendo sus alas para aprender a volar. Un nuevo capítulo de su vida que será llenado con páginas llenas de logros, metas, historias, tragedias y superaciones. Páginas en las que espero poder escribir a su lado como la madre atípica que soy.

Este día, ya de por sí especial para mí, empieza de la mejor forma posible cuando alguien me abre las piernas por debajo de las sábanas. Los labios de Dante me despiertan. Sonrío cuando va descendiendo hasta llegar al punto sensible de mi cuerpo. Su lengua se acomoda entre mis pliegues y lame todo a su paso. Como si no hubiéramos tenido suficiente con la noche anterior que ya podíamos ir sin mascarilla.

Esto sí que son unos calientes buenos días.

Abro más las piernas para que él tenga más espacio con el que jugar y comer. Se sujeta a mis muslos, gesto que me enciende mucho más. Retengo los jadeos que sus caricias provocan porque dos habitaciones más atrás duermen Val y su novio Adán. No me apetece hacer una guerra con mi hija para ver quién gime más.

Su lengua hace lo que quiere conmigo. Me tiene sumida a todo lo que él quiera hacer ahora mismo conmigo. Me pierdo en sus lamidas y en el empuje de sus dedos dentro de mí. Joder, que delicia.

No hablamos, no lo necesitamos, solo dejamos fluir el lado juguetón de ambos. Me muerdo el labio cuando me sujeto a las sábanas por mover mi cadera al ritmo de su lengua, buscando la explosión eléctrica.

—Sí, así... Dámelo, théa... —susurra ronco con su voz de recién levantado, aumentando su empuje al sentir que me tenso por momentos.

—Ahh, Dante —me arqueo sin reprimir el suspiro de placer que me brinda y me lleva al Olimpo.

Un movimiento más y me vengo en su boca. Suspiro por todas las vibraciones que corren por mi cuerpo. Estoy casi lista...

—Oye, mamá, ¿estás despierta? —Valeria aparece por la puerta, sorprendiéndonos a los dos en un momento ya demasiado incómodo.

Mierda, Valeria. Ahora no.

—Dime, cielo —tengo el cuerpo todo contraído para que mi voz intente salir normal.

Tengo a Dante entre mis piernas y estoy hablando con mi hija cuando debería estar gritando por el orgasmo que iba a tener antes de que interrumpiera.

—Cayetana me acaba de decir que ya ha preparado el desayuno... —mira con extrañeza mi cama—. ¿Pasa algo?

Dante asoma la cabeza por encima del edredón, rojo de vergüenza mientras yo pongo cara de Póker. Bendito momento en el que decidí anoche de irme a dormir con un camisón y no desnuda después de follar como condenados.

—Oh, Dios. Lo siento, lo siento. Perdón. Yo no sabía... —se intenta excusar tapándose la cara con las manos. Ahora la que se muere de vergüenza es ella.

Afrodita, no tiene gracia esta broma.

—Ahora bajamos, ¿vale? —le hablo más calmada, asimilando que acabo de perder un orgasmo de buenos días.

PANDORA © (Sombras #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora