CARTAS A DANTE.
Dante
Dos semanas después.
La sensación de quemazón que hace el alcohol al pasar por mi garganta es lo único que me mantiene vivo. No tengo ni idea de cuántas botellas me habré tomado en todo este tiempo, pero aún me siento sobrio y mi meta es emborracharme hasta olvidar.
Alyssa tenía razón. Si no fuera por ella, viviría a base de alcohol, tabaco y comida precocinada, tal como he pasado estas dos semanas infernales.
No hay ningún sitio que no me recuerde a ella. No puedo ir a la mansión sin sentirla, ni subir a mi habitación del ático sin mirar su cuadro, ni ver el piano sin pensar en todas las melodías escritas en secreto para ella, ni el pasillo de la central donde está su habitación sin recordar los riesgos que asumimos. Su presencia ha calado hondo, demasiado.
La odio. La odio como nunca creía haber odiado a una persona. Todo fue una farsa. Me siento engañado. Creo que así se podría explicar lo que siento.
¿Ella sabía de todo esto y jugó conmigo? ¿Fue real lo que tuvimos o solo fue otra jugada más de su retorcido juego? ¿De verdad la amaba y me amaba?
Sentir la traición en tu propia piel carcome por dentro y jode de sobremanera la mente porque te avasallan con los por qué a los que no tienes respuesta.
Me siento usado, y joder, duele. Duele por ser de ella, la que menos esperaba que me hiciera algo así.
Solo sé que necesito otra botella más para buscar esa sensación de letargo y amnesia. Ya no me queda ron, así que paso al vodka. Fumar también me jode, porque recuerdo todos los cigarros en el balcón, en la provocación que suponía ver cómo se lo llevaba a sus labios, teniéndole envida a ese objeto insignificante.
De forma instintiva y reprochable por mi parte, mi cabeza se desvía hacia la chimenea, donde uno de sus cuadros se halla tapado por una sábana para que no pueda verlo y recordar esos momentos que fueron mentira, una ilusión, una estrategia.
Te odio, thèa. Me has jodido y eso nunca te lo voy a perdonar.
Cojo una botella vacía y la estampo contra el cuadro, haciendo añicos el cristal y esparciéndolo por todo el suelo del salón mientras grito. Como si gritar calmase todo lo que hierve dentro de mí.
Las puertas del ascensor se abren cuando me vuelvo a sentar en el sofá. Miro de soslayo quiénes son, sí, en plural. Valeria viene hacia mí acompañada de Lorenzo y Marco. Ponen muecas de asco al ver mi estado y el aspecto del ático.
Me da igual. No quiero ver a nadie.
—Iros —espeto sin intención de decir nada más para llevarme un trago de vodka a la boca.
—Mi madre dejo esto para ti. Es importante —alza un sobre.
—Llévatelo. No quiero nada de ella.
—No. Mamá me dio órdenes explicitas de no irme hasta que lo cojas.
—Pues espera sentada —otro trago—. Ah, y no es tu madre, Valeria. Tu verdadera madre está muerta —el alcohol me da la valentía a soltar veneno.
No pica cuando su mano golpea mi mejilla.
—Culparé a las ingentes cantidades de alcohol que tienes que tener corriendo por tu sangre para lo que acabas de decir, porque si fuera un pensamiento sobrio, ya tendrías una bala en la frente —el tono neutro de Lorenzo es más letal que cualquier amenaza.
Y repito, me da igual todo ya.
—Pandora es mi madre a ojos de la ley y el mundo. Sí, ella no me tuvo en su vientre por meses, ni me enseñó a hablar o caminar, pero me enseñó todo lo que estaba en su mano para ser la que soy ahora. Yo tengo dos madres, una que me cuida desde el horizonte estrellado y otra que me da la mano en cada paso. Atrévete a decir algo de mi madre, y juro que aprieto yo ese gatillo.
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PANDORA © (Sombras #1)
RomanceDUOLOGÍA SOMBRAS - Libro I (Completo) Pandora es un arma de doble filo, es la elegancia y seducción personificada, pero también es la maldad y perversidad encarnada. Empresaria de éxito por el día, y una de las mejores agentes de inteligencia milita...