CAPÍTULO 13

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AMOR ENFERMIZO.

Lía

Reviso por enésima vez el teléfono para ver si tengo algún mensaje de Dante, pero nada, ni una sola llamada perdida ni un mensaje de cómo estas en todo este tiempo que llevo en Nueva York, lejos de él. Intento calmarme, pero me es imposible, le echo tanto de menos.

Coloco el móvil boca abajo sobre la mesa y me obligo a prestar más atención a la reunión del concejo militar de la SOMFE sobre las nuevas estrategias de entrenamiento a los soldados y cambios en las áreas administrativas.

Cada día estoy agradecida por la oportunidad que me brindaron para pertenecer al concejo de la SOMFE, pues solo las altas esferas y mentes más privilegiadas son dignas de formar parte de él, y yo, como Teniente en la central de Nueva York, represento a mi marido Dante Amatos y su central en Italia.

La reunión acaba pronto y salgo disparada hacia el baño, me duele el estómago por mi preocupación hacia Dante. Sé perfectamente que no debo hacerlo, pues cada vez que me ve me dice lo mismo, que solo somos un matrimonio en el papel, pero por el amor de Dios, yo le amo y no puedo evitar sentirme mal por saber que ese sentimiento no es correspondido.

Todos los altos cargos me preguntan casi a diario por mi matrimonio y yo tengo que fingir que todo esta perfecto, que nos amamos y que pronto vendrá a verme, sabiendo que eso nunca pasará y que lo único que consigo con esto es aumentar mi dolor.

Voy hacia uno de los retretes y vacío el desayuno de esta mañana. Cuando termino, salgo y me limpio la cara con agua fría, suspirando a cada nada pidiendo deseos al universo para que me escuche. Al salir del aseo me encuentro con mi amiga y compañera de piso Karla Wagner, una alemana despampanante pasando por el pasillo, que se para de forma brusca cuando me ve salir del baño.

—Corazón, ¿qué te pasa? ¿Otra vez pensando en Dante? —me pregunta mientras me abraza y yo asiento, sintiendo como mis ojos comienzan a inundarse de lágrimas—. Eh, tranquila, ven, vamos a la sala, te prepararé un té para que te calmes —coge mi mano y me guía por los pasillos de la central.

Cruzamos casi toda la institución hasta llegar a la sala de descanso, y en todo el trayecto tuve que mostrar una sonrisa falsa a toda persona que pasaba, pues no me pueden ver llorando, mucho menos teniendo el rango que tengo.

Me siento en uno de los sofás, apoyando mis codos sobre mis piernas y me sostengo la cabeza, intentando calmar mi llanto, sin éxito.

—Ten, te vendrá bien —Karla vuelve a aparecer con una taza humeante, la acepto y bebo un sorbo de ella—. A ver, cuéntame la razón por la que lloras —me dice sentándose en el sofá que queda frente a mí, acercándome una caja de pañuelos como si supiera que los voy a necesitar.

—En estos meses que estoy aquí no me ha llamado ni mandado mensajes, y los que le mando yo ni siquiera los lee —explico limpiando mis lágrimas con un pañuelo y sorbo mi nariz—. Se supone que soy su mujer y como tal debería prestarme la atención que merezco.

—Sabes como es Dante, un ególatra narcisista, cínico y arrogante, que se tira a todo lo que se mueve sin preocuparse por ti —sus palabras solo abren más la herida de mi corazón—. Sé que mis palabras duelen Lía, pero debes darte cuenta de que esto no es sano para ti y pienso que deberías ponerle fin a esta farsa de la que sólo tú sufres las consecuencias.

Sus palabras queman y calan en lo más hondo de mi ser porque sé que son ciertas, pero me niego a separarme del hombre al que he amado desde que lo vi por primera vez en aquel campamento militar en Rusia cuando apenas tenía dieciocho.

PANDORA © (Sombras #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora