CAPÍTULO 60

2.4K 224 51
                                    

UN ÚLTIMO GOLPE.

Pandora

Es hoy. Hoy acaba todo. El día X, el principio del fin, el punto final a meses de jugar al ratón y al gato, a tener la ansiedad opresiva cuando notificaban de una nueva muerte. Hoy es el último movimiento en la partida de ajedrez que iniciamos hace casi un año, donde solo hay dos posibilidades: el jaque mate o la derrota.

Las dos semanas previas a este día he estado muy distante, demasiado estresada y alejada de todos, aunque en lo más profundo de mi ser solo quería estar a su lado, pero no quiero arrastrarlos en mi espiral.

Solo necesito de sus caricias y de sus susurros diciéndome que todo saldrá bien. Necesito un ancla a la que mantenerme entre la tormenta.

He evitado a Dante también con la excusa de perfeccionar el plan. Me da pánico un enfrentamiento cara a cara con Claus que pueda desembocar en tragedia. No. Me niego a plantear esa posibilidad.

Hice caso al abuelo, atando y solucionando todo lo que tenía a medio, incluso haciendo dobles nudos a los cabos ya amarrados por no estar segura de nada, ni siquiera de mí misma.

Pensar que hoy puede ser el final de la gran parte de mis problemas abruma tanto que no sé si es un alivio o una presión más alrededor de mi garganta.

Hoy todo es negro o blanco, no hay hueco para el gris.

Roma al atardecer es una postal perezosa de la gente caminando en busca de una terraza en la que cenar o para hacer la mejor foto de las ruinas y sus monumentos. Sin embargo, hoy parece que va a cámara lenta, como si el mundo se hubiese parado justo en el día menos oportuno.

Hoy no es un atardecer que disfrute, peor aún si es en soledad como en este momento.

Acabo de subir a la azotea de mi hotel aquí, en Roma, encendiéndome un cigarro como si este fuera el milagro a mi asfixia y el latido desbocado de mi corazón. Aquí sé que nadie me interrumpirá ya que solo yo tengo acceso a la azotea. Expulso el humo siguiendo su recorrido con los ojos, deseando ser ese humo que navega sin rumbo ni preocupaciones.

Calada tras calada no encuentro la calma, solo la necesidad de encender otro. Sí, ya sé que esto mata y me jode los pulmones, pero días como estos lo necesito como aire para respirar.

Hoy todos mis miedos se materializan y todas las decisiones que he tomado en este último año salen a la luz, con sus consecuencias y sombras incluidas. Estoy tan bloqueada que no puedo sentir si saldrá bien o mal.

Todo por culpa del miedo, esa sensación que paraliza e impide seguir... El miedo a volver a ver a Claus en su esencia más cruda y cruel, porque detrás de su imagen de belleza ruda y embaucadora, se esconde una bestia sádica sin límites. Temo de la persona que soy cuando estoy a su lado, porque esa no soy yo, sino que es una versión construida de alguien que no existe.

Me odio a mí misma por tener que gravitar alrededor de él.

Momentos como ahora es cuando más necesito de mi calma, una que lleva como nombre un poeta italiano, pero sé que, si lo reclamo, lo voy a desviar de su objetivo y no es eso lo que quiero.

Por eso paso este momento en la soledad, hablando con mi yo interno mientras busco una consolación a la agonía de mis pensamientos, los cuales se remontan a casi siete años atrás.

Me entregaron como carnada a la boca del lobo, pensando que sería una víctima más de su sucio juego. Nunca pensaron que esa carnada se convirtió en el trofeo más preciado y en el bocado más apetecible.

Era la ambrosía de las sombras y el veneno de la luz. Apetecible e inalcanzable por los pecadores, y una oveja descarriada, peligrosa y revolucionaria que debía ser parada por los santos.

PANDORA © (Sombras #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora