CAPÍTULO 50

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LA AMBROSÍA DE NUESTRA LUJURIA.

Dante

Desde que murió Argos, no he sido fan de celebrar mi cumpleaños, no desde que la noticia de su muerte llegara un día antes de cumplir veintiséis años. Desde entonces, el veintitrés de abril se volvió un día gris como el resto de los días. La única diferencia, es que comía con Daphne y mi madre.

Este año es diferente. Ya no me atormenta tanto la pérdida de mi hermano al conocer los detalles de su muerte, y puede que ahora tenga un motivo por el que celebrar hacerme un año más viejo y de rozar los treinta.

Un motivo que me ha mantenido con la intriga toda esta semana. Motivo que no está cuando toco el otro lado de la cama. En vez de estar ella, hay un sobre sellado en su lugar.

Frunzo el ceño, aún con la visión borrosa de recién levantado cuanto cojo el sobre y me coloco boca arriba para abrirlo. Tiene un sello de cera bermellón, un color muy ella, con una "P" atravesada con una flecha estampada.

Solo Pandora tiene cosas así para dejar huella allá donde toca.

Hace dos meses me dijiste que tenía la osadía de nacer el día de San Valentín, y yo te respondí que nací el día de la lujuria y el pecado.

Sin embargo, tú has nacido el mismo día que se celebra el día del libro, un día muy importante para la comunidad lectora.

¿Quién es el osado ahora? ¿Qué explicación tienes para ofrecerme?

Río por su mensaje, comiéndome con patatas la jugada que le hice en su cumple y que hoy me la devuelve.

Seguro que te has reído por esta introducción. Te conozco más de lo que crees, poeta. Por la misma razón, sé que te ha molestado no encontrarme a tú lado en la cama, pero créeme, la ausencia va a merecer la pena.

Tú me paseaste a ciegas por la ciudad, y yo voy a convertir la ciudad en un mapa del tesoro. Por supuesto, la X al final del camino soy yo, pero primero tienes que ir superando las pistas que iré dejando para llegar a mí. Es fácil, te lo prometo.

Pista uno: Lo mataron entre todos. Pensaron que sería el crimen perfecto.

Mucha suerte, poeta. Nos vemos en la sala del tesoro.

Bien jugado, thèa.

Ya más despierto, veo que hay una rosa roja sobre su almohada. No creo que sea una causalidad. La huelo y el olor que desprende es como su perfume, excitándome por una cosa tan simple como oler una flor.

Me tienes muy mal, diosa.

Necesito una ducha para bajar la calentura y pensar en su pista, aunque no es muy difícil. Ya sé a lo que se refiere con su adivinanza, pero no es lo que me preocupa ahora mismo, ya que mi polla duele más que su pista.

Ha hecho falta una larga ducha de agua helada para ser una persona sensata otra vez. Ahora sí, voy a una de las paredes de mi habitación usada como biblioteca, llena de una parte de todos los libros que he leído a lo largo de mi vida.

Busco el estante donde descansa mi colección de Agatha Christie, colección incompleta que tengo repartida entre la mansión y el despacho de la central. Es fácil ubicarlo porque otra rosa, esta vez blanca, descansa en la balda.

Cojo su primer libro publicado, Asesinato en el Orient Express, y otro sobre cae a mis pies cuando lo abro.

Fácil, ¿no? Seguro que sí. Eres un estratega y militar, esto debe ser un juego de niños para ti. ¿Te gustan las flores? Las he dejado pensando en ti.

PANDORA © (Sombras #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora