CUARENTA Y UNO

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Juntar fortaleza

Olympe se encontraba perdida en sus pensamientos sin poder concentrarse por completo en la conversación que mantenían su madre y su hermana menor.

Extrañaba a George...

Se sentía terriblemente mal por haber perdido la calma antes de viajar a Francia. Ella estaba totalmente estresada con todo.

El hecho de que George fuera a ser padre la volvía loca.

Trataba de mantenerse serena, apoyar a George y darle todo su cariño y comprensión, pero era muy muy difícil.

Jugó con los los cubiertos mientras revolvía la comida en su plato completamente pensativa.

—No irás Olympe, no con él—dijo seco el pelirrojo.

Olympe suspiró frustrada.

—Es mi trabajo—contestó—. No tengo opción y lo sabes.

—No estoy de acuerdo, Antoine buscará cualquier oportunidad para estar contigo—dijo George molesto.

Ella parpadeó y frunció el ceño.

—¿No confías en mí?—preguntó la rubia—. George, no confías en mí...

George gruñó estresado y se dejó caer en la cama.

—Confío en ti, no en él—explicó—. Olympe no quiero que vayas.

Ella dejó su bolso sobre la cama comenzando a guardar su ropa.

—Te dije que son sólo dos días...—murmuró caminando por la habitación.

Olympe no quería mirar a George.

Los últimos dos días con él habían sido terriblemente horribles para ambos. Él no sabía que hacer con respecto a su posible hijo o hija con Vanessa, y ella no tenía otra opción que viajar a Francia, y para colmo, con Antoine.

George estuvo completamente irritado, molesto, cansado y sumamente pensativo. Llegaba la noche y él se acostaba a dormir sin dirigirle la mirada a su novia.

Olympe no podía soportar todo eso. Trataba de ser una buena novia y mostrarle su apoyo, su cariño...

Pero era difícil.

Era difícil porque cada vez que pensaba en que George posiblemente sería padre, le daban ganas de vomitar recordando que él le rompió el corazón cuando se acostó con ella.

Olympe lo único que hacía era acostarse junto a su novio y llorar durante la noche preguntándose por que no podía ser feliz con George.

Ella no sabía que George la oía llorar y su sentimiento de culpa y angustia aumentaba.

George pensaba, más de una vez al día, que ella era muchísimo para él.

—¡Olympe!

La rubia levantó la mirada de su plato para ver a su familia. Lucrecia y Prissy se miraron confundidas y la menor decidió hablar.

—¿Estás bien?—preguntó Prissy.

Lucrecia miró a su hija mayor esperando una respuesta.

—Si, sólo estoy estresada con el proyecto—contestó retomando su comida rápidamente.

Lucrecia supo al instante que su hija no estaba bien.

Ella se daba cuenta de todo.

—¿Y George?—le preguntó suavemente.

Los encantos de George Weasley (Fanfic +18) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora