Capítulo 1. 💙

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"Se fue, y dolió tanto,

pero la única forma de seguir...

Era aceptarlo".

—Jairo Guerrero.

Angel

Aquel día llovía poco, no cómo los días anteriores, pero la lluvia persistía imponente y furiosa. Las gotas golpeaban suavemente el vidrio de la ventana de la habitación de Callie, quien dormía como un bebé a mi lado. Fue un día triste y solitario. Se sintió como uno de esos días en los que todo se ralentiza, se siente vacío y gris, como cuando te quitan lo que más amas en la vida. Se te arrebata de golpe dejando solo unos brazos vacíos y un corazón roto. Todavía no podía creer, entender que mi padre ya no estaba, que ya no iba a llegar de trabajar y me diría: —Princesa, ya estoy aquí. Te voy a preparar un rico chocolate.

Pensé que tal vez el amor por la cocina lo heredamos de mi padre porque no recordaba ver a mi madre frente a la estufa preparando algo de comer, apenas podía calentar el agua para el café o servirse la comida. Era mi padre quien se ocupaba de preparar los almuerzos, las cenas de cumpleaños, o cualquier otra comida que nos hiciera feliz a Callie y a mí. Ya empezaba a extrañar ese rico chocolate al que él le daba el toque perfecto con un poco de canela. Extrañaba que me dijera Princesa, verlo llegar del trabajo y servirle de comer, o tan solo verlo sentado en el sofá mirando algún programa de televisión de carpintería, ya que también le gustaba mucho, aunque nunca hubiera agarrado un martillo. Solo había transcurrido un día y lo extrañaba horrores, como si me hubieran arrancado un pedazo de mi corazón.

Me sentía rota y gris, triste y desolada. Nos habíamos quedado solas, solo nos teníamos la una a la otra para lo que sea y no sabía si iba a poder yo sola con este dolor incesante que no nos dejaba continuar, dar un paso adelante porque retrocedía dos más. Tenía que ser fuerte por Callie, solo por ella.

—Lo siento, Bicha, tu hermana es un desastre —murmuré. Me limpié una lágrima que rodó por mi mejilla —. Aun así, te juro que haré todo para que tu vida sea mejor que la mía, te lo juro.

Observé a Callie mientras mis dedos se deslizaban por su mejilla en una suave caricia, estaba tan dormida que no sentía mi presencia a su lado y mejor que fuera así, no quería que viera el desastre que era en ese momento, lo rota que me encontraba. Era tan inocente, tan pequeña, me daban ganas de meterla en una cajita para que nadie le hiciera daño, que nadie la tocara y rompieran su corazón. Quería protegerla de todo el mal que existía en este mundo, era mi obligación cuidarla ahora más que nunca, cuando era yo la responsable de su seguridad y educación. Tenía dieciséis años, no obstante, yo la seguía mirando como una niña pequeña que necesitaba cuidados y mucho amor. Siempre será mi niña y eso no iba a cambiar ni con el paso de los años.

No culpaba a mi padre por lo sucedido, él no era malo, nunca lo fue, sin embargo, se sumió en una profunda tristeza el día que la mujer que él tanto amaba lo dejó y se fue con otro hombre, cuando nos dejó para empezar una vida lejos de la pobreza y la miseria que mi padre le podía dar porque, aunque siempre quiso lo mejor para nosotros es tan difícil que los pobres podamos salir adelante de una manera fácil sin tener que hacer algo ilegal. No pudimos ayudarlo a sobrellevar tal pena, cada día se hundía más y más en ese pozo del que nunca logró salir, el amor de sus hijas no fue suficiente para salir adelante. Sentía un poquito de coraje, que el cariño que le dimos nunca fue suficiente para él, siempre la necesitó a ella, aunque se hubiera ido, el amor que le tenía seguía intacto. Papá fue un hombre trabajador, amable, que siempre cuidó de sus hijas hasta el último día de su muerte, amoroso padre y gran ser humano.

Pacto con el diablo. (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora