Capítulo 11. 💙

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"Me enamoré de tu rebeldía

desde que entraste a mi vida

sin pedir permiso".

—Andrés Ixtepan.

Hunter

Respondona, igualada y sin una pizca de respeto por mí: así es Angel Rider. Me desafiaba cada que podía, no se quedaba callada cuando tenía que hacerlo y lo que más me jodía es que en parte me gustaba que fuera así. No le importaba que yo fuera su jefe, al contrario, parecía que le encantaba alzarme la voz y llevarme la contraria. Quería darle un buen castigo por ser así, pero me contenía porque solo era una empleada más, solo eso.

Pero debía admitir también que tenía un gran corazón y no debía sorprenderme porque estas semanas me había portado como un cabrón con ella y ella me trataba como si lo mereciera cuando no debía ser así. ¿Por qué me ayudó cuando le grité que se fuera y me dejara solo? ¿Por qué no se portaba de la misma manera y dejaba de lado que era su jefe?

—¿Pasa algo? —nos encontrábamos en el despacho.

Había dormido toda la mañana y parte de la tarde, para cuando desperté y bajé a la cocina, Angel y Maykel estaban platicando y riendo también. Ambos habían preparado la comida y los tres aprovechamos para comer juntos. En ese momento ya no sentía que me taladraba la cabeza y pude comer en paz con ellos. No sé qué hizo Angel, pero lo que sea funcionó y quería más para no sentir que me estaba muriendo en vida.

—No es nada —me deslicé cerca del escritorio.

—¿Estás seguro? Desde ayer estás algo raro —dijo Maykel. Le pedí que viniera porque teníamos asuntos importantes que resolver, sin embargo, yo no dejaba de pensar en lo que le escuché decir a Angel, o lo que creí que había escuchado, en ese momento tenía tanto sueño que no sé si lo soñé o fue real —. ¿Hunter? —parpadeé para mirar a Maykel que tenía una ceja alzada y me miraba con curiosidad.

—¿Qué? —empujé la silla hacia atrás. Maykel dejó unos papeles frente a mí.

—Como te decía, revisé los papeles junto al contador y sí, tienes razón. Te están robando —apreté mi puño al escuchar estas palabras. Sentía que la bilis subía de repente por mi garganta —. En el club que tienes Arlington. Es una muy buena cantidad, Hunter y desde hace mucho que lo están haciendo —golpeé la madera con el puño, pero mi amigo no se asustó, solo se hizo para atrás, apoyando la espalda contra el espaldar de la silla, subiendo la pierna derecha sobre la izquierda.

—¿Quién? —espeté.

—No estoy seguro si es el encargado del club o alguien más, pero debe ser uno de ellos. Estás molesto, ¿verdad?

No sé por qué preguntaba esto, cuando era más que obvio que estaba molesto y esa palabra era poca nada comparada con lo que estaba sintiendo en ese momento. Quería quemar todo lo que tenía enfrente.

—Esa palabra se queda corta con lo que estoy sintiendo en este momento —mascullé y arrojé el bolígrafo con molestia —. Pero necesito saber quién es el imbécil que me está robando —Maykel asintió, dándome la razón.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó, curioso. Sus brillantes ojos azules me escudriñaban con demasiada atención.

—Quiero que tú vayas a Arlington y averigües lo que puedas, no tardes, necesito saber cuánto antes quien me está robando —estaba demasiado serio y molesto. Más que nada estaba molesto.

—Está bien —cogió los papeles para guardarlos en una carpeta.

—También necesito que ayudes a la señorita Rider con la mudanza. Hoy mismo tienes que resolver ese asunto —miró la hora en la pantalla de su móvil.

Pacto con el diablo. (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora