Capítulo 4. 💙

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Recuerden dejar muchos comentarios para que suba el siguiente capítulo cuanto antes :)

"Su mirada me provoca un escalofrío

que recorre toda mi piel".

Angel

Aquel día no había mucho que hacer en la casa, para perder el tiempo me puse a organizar las especias. Todas tenían su nombre y Marie se aseguró de comprar frasquitos de vidrio del mismo tamaño y modelo para que se vieran igual. Me di cuenta de que no solo el señor Dagger era un obsesivo con el orden, Marie también lo era, tal vez por eso es que se llevaban tan bien. Ahora lo entendía todo.

Limpie las repisas, la alacena que dicho por Marie estaba casi vacía y yo la veía llena o es que su percepción de vacío y lleno era diferente a la mía o tal vez porque no estaba acostumbrada a que mi alacena estuviera completamente llena y solo tuviera lo básico, no como en esta casa que había todo tipo de quesos, unos que olían demasiado bien y otros que apestaban a pies. Se podía notar que el señor Dagger estaba acostumbrado a una vida llena de lujos y riquezas, él no iba a sobrevivir en el mundo real, ese en el que vivía yo cada día desde que nací. Él nació en una cuna de oro, yo nací en una caja de cartón.

El joven Maykel se quedó un buen rato en la cocina, devoró la rebanada de pastel que Marie le dio y la comió en silencio mientras yo obedecía las órdenes de mi tía que me pedía no romper nada y tener mucho cuidado cuando me subía a la escalera para limpiar algo que se encontraba muy alto. Más tarde Maykel salió de la cocina y regresó al despacho con el señor Dagger que lo esperaba para continuar trabajando.

Estaba lavando la tarja cuando Marie entró a la cocina y lo supe no por sus pasos, ya que estos apenas se escuchaban sobre la fina loseta, sino por el tintinear de las llaves que chocaban unas con las otras.

—Hunter quiere café —dijo. Terminé de secar la tarja y me sequé las manos con un trapo que extendí por la superficie para que se secara.

—¿Quieres que lo prepare yo? —Fue por la tetera, regresó por las tazas, dos cucharas, una bandeja de plata, el azúcar y el café.

—Solo lleva esto al despacho —indicó.

Esperé algunos minutos en los que el agua hervía dentro de la tetera y al primer silbido de esta Marie apagó la estufa y vertió el agua dentro de las tazas. Me entregó la bandeja con todo dentro y acomodó las tazas con cuidado.

—Ten cuidado, no te vayas a quemar —no dije por qué sentía que cualquier movimiento brusco iba a tirar todo lo que traía en las manos. A veces soy un poco torpe, es por naturaleza, no porque quiera serlo.

Giré en redondo y salí de la cocina, avancé por el lobby, recorrí el pasillo que me llevaba al despacho y como no podía tocar la puerta mejor pregunté si podía pasar.

—¿Puedo pasar?

—Adelante —reconocí la voz del joven Maykel, era más baja y dulce. Empujé la puerta con el pie y agradecí que estuviera abierta.

—¿Y qué dicen? —preguntó el señor Dagger. Tenía esa mirada curiosa y divertida también hacia el joven Maykel que se encontraba frente a él.

—Ya lo sabes —con el dedo pulgar e índice acariciaba su barbilla sin dejar de mirar a Maykel. Me acerqué por el lado izquierdo tal como me lo indicó Marie y dejé la bandeja en la esquina del escritorio.

—Quiero que me lo digas tú —le ordenó con ese tono de voz fuerte y demandante al que no te podías negar por más que quisieras hacerlo. Llevarle la contraria era imposible. Simplemente no se podía.

Pacto con el diablo. (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora