Capítulo 42. 💙

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"Siempre quise a alguien que se quedara

aun después de ver lo desagradable que

podía ser".

—Charles Bukowski.

Angel

Nos encontrábamos en la habitación completamente solos, aislados de todo lo que pasaba en la casa, Maykel y Danielle se fueron, Callie y Marie estaban en su habitación, Serena no se enteró de lo que pasó, seguía convaleciente por lo sucedido y era mejor así, no estaba en condiciones para lidiar con esto. No tenía que afectarle lo que pasaba con nosotros. En unas semanas se iría así que lo mejor era no involucrarla en nada que tuviera que ver con Hunter.

Curaba los nudillos de Hunter y este parecía no sentir nada cuando el alcohol tocaba su piel, hacía algunas muecas de dolor, sin embargo, no se quejaba ni maldecía como se supone debía hacerlo.

—¿Por qué me miras así? —preguntó.

—Tú no eres una persona normal —enarcó una ceja —. No te quejas, no maldices, nada —hablé. Pasaba la gasa por sus nudillos para quitar la sangre seca.

—¿Se supone que debo hacerlo?

—Sí —respondí.

Se supone que deberías hacerlo.

—Respondo de manera diferente al dolor, Angel.

—Ya lo creo.

Era raro, pero sí, tal vez su manera de asumir el dolor era diferente a la mía o de los demás. Quizá no llorar o quejarse era su manera de que las cosas pasaran más rápido. Me hubiera gustado ser como él y que las cosas no me afectaran tanto, que el dolor no fuera visible ante los demás, no obstante, era imposible para mí no demostrar lo que sentía, lo que me dolía, cuando amaba, cuando sentía felicidad.

Su móvil empezó a timbrar, me bajé de la cama para guardar el botiquín y tirar la basura en el bote del baño. Me lavé las manos y las sequé con la toalla mientras Hunter hablaba por teléfono con quien sabe quién. Al salir terminó de hablar y dejó el móvil a un lado en la cama, bufó y se pasó una mano por el rostro como si con eso fuese a borrar cada rastro de frustración.

—¿Qué pasa? —pregunté acercándome.

—Danielle —palmeó en su pierna derecha, invitándome a sentarme. Hice caso y me senté en su pierna derecha rodeando su cuello con mis brazos.

—¿Y qué dice?

—Habrá una cena importante —masculló. Sus luceros grisáceos estaban en mi rostro.

—¿Eso es malo? —asintió levemente —. ¿Por qué?

—Porque es una orden del maldito gobernador.

¿Él qué? ¿El gobernador?

—¿Qué? —pregunté incrédula —. ¿En serio?

—Como lo escuchas —hizo a un lado mi cabello con sus dedos —. El maldito gobernador —repitió.

—¿Tú lo conoces? ¿Qué tratos tienes con él?

—Lo he visto un par de veces y apenas hablamos, él está al tanto de los negocios sucios y por ende le tengo que pagar una cuantiosa cantidad para que lo deje pasar —hablaba con tanta tranquilidad.

—Vaya —musité —. ¿Y qué vas a hacer?

—Qué haremos, amor, tú vas conmigo si yo voy —sonrió tan dulce que me dieron ganas de apretar sus mejillas con mis dedos.

Pacto con el diablo. (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora