Capítulo 22. 💙

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"No soy un ave fénix,

si no una mujer con una

fuerza brutal que logró

salir de los infiernos".

—Chavela Vargas.

Angel

Aquella mujer se encontraba frente a mí. Después de tantos años estaba aquí, ¿cómo llegó a este lugar? ¿Por qué estaba aquí? Era la pregunta más importante. No podía olvidar que se fue, nos dejó por un hombre que le dio todo lo que mi padre no pudo darle, ella simplemente se olvidó de nosotras e hizo su vida sin preocuparle que sus hijas a veces no tuvieran que comer o que pasaran por todo lo que tuvieron que pasar para llegar a este lugar y este momento. Pero claro, eso a ella no le importó porque fue más grande su ambición que el supuesto amor que decía sentir por nosotras.

—¿Podemos hablar? —di un paso atrás y sentí las manos de Alexander sostenerme para que no me fuera de espaldas.

—¿Estás bien? —preguntó detrás de mí. Tuve que coger su mano para sujetarme de él. Tenía que hacerlo, ya que si no me sentía caer de rodillas en el suelo.

—Estoy bien —murmuré —. Estás aquí —sonrió, pero a estas alturas no sabía si era una sonrisa sincera o falsa como todo lo que representaba —. ¿Por qué?

—Tengo que hablar con ustedes. Es algo importante —miré detrás de mi hombro hacia la casa. Alexander se encontraba a mi lado.

—No sé si puedas pasar —sostuve la puerta con una mano.

—No te voy a quitar mucho tiempo, solo serán unos minutos —miré a Alexander y este me dijo que sí, con la cabeza.

—Solo unos minutos, si mi jefe te encuentra aquí seguramente me mata —nos hicimos a un lado dejando que pasara. Sus grandes ojos observaban cada esquina y centímetro de esta casa.

—¿Vas a estar bien? —preguntó Alexander sin soltar mi mano.

—Sí, voy a estar bien —le agradecí con una sonrisa por preocuparse por mí —. No te preocupes.

—Si necesitas algo no dudes en llamarme —antes de apartarme dejó un suave apretón en mi mano.

—Gracias.

—No dejes que la vea el jefe —asentí y caminé al lado de Serena para llevarla dentro de la casa.

—Así que trabajas para Hunter Dagger —le miré de reojo y ella observaba todo con lujo de detalle. No respondí a lo que me dijo, ni siquiera sabía qué decirle —. Sé que estás molesta conmigo...

—No solo estoy molesta contigo —farfullé. Llegamos frente a la puerta y nos detuvimos para que abriera y ella pudiera entrar. Sus ojos se abrieron mucho más grandes al estar dentro. Le indiqué por donde ir y le pedí que me esperara en la sala del lugar donde estábamos viviendo mientras iba por el café que me pidió.

Cuando entré a la cocina no pude retener las lágrimas y me eché a llorar ante la mirada atónita de Marie.

—Angel, ¿qué pasa? ¿Quién te buscaba? —se puso de pie, antes de que diera un paso más, llegué hacia ella. La abracé con todas mis fuerzas y sollocé en sus brazos que no dudaron en apretarme con fuerza a su cuerpo.

—Hija, ¿qué pasa? Dime algo —su mano se paseaba por mi espalda con cuidado y tranquilidad —. Dios. Me estás preocupando.

—Es ella —murmuré. Apoyé la barbilla en su hombro.

Pacto con el diablo. (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora