Capítulo 10. 💙

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"Qué hermosa (lo) cura resultó ser ella,

rara, única y especial.

Tiene la dosis perfecta que le hace falta a todos mis días".

—Robert Colmenárez.

Angel

Aquella mañana estaba lluviosa y fría, como de costumbre. Pasé a dejar a Callie al colegio y esta vez dejé la bicicleta en el departamento y cogí el bus, ya que a algunos conductores les da por mojar con toda la intención a las personas que van en bicicleta. Para cuando llegué a la mansión solo mi chaqueta rompevientos estaba mojada, así que colgué en la lavandería, fui a una de las habitaciones donde pronto íbamos a vivir y me cambié de ropa dejando de lado mis jeans y mi blusa para ponerme el uniforme que el señor Dagger le obligaba a usar todos los días. Tampoco es que me molestara, me comprometí a ello el día que acepté trabajar en esta casa.

Entré a la cocina y solo estaba Marie tomando café, al verme me sonrió. Pasé a su lado y dejé un beso en su mejilla.

—Buenos días, hija —pasé detrás y fui a la estufa donde había agua calentita para mí.

—Buenos días, ¿cómo estás? —me serví agua en una taza. Dejé la ollita en su lugar y fui a la isla para sentarme al lado de Marie quien estaba bien abrigada, aunque aquí no se sentía frío como allá afuera.

—Mucho mejor que días atrás. ¿Y tú? —puso una mano sobre la mía cuando me senté a su lado.

—Bien gracias.

—¿Cómo va la mudanza? —preguntó.

—Creo que para mañana ya nos tendrás aquí dando molestias —mis palabras la hicieron feliz, ya que se dibujó una gran sonrisa en sus labios —. Todo está listo para cuando el señor Dagger lo diga.

—Me alegra escuchar eso —fue todo lo que dijo.

Terminé mi café y lavé las tazas y las cucharas que usamos. Para ese momento Hunter no había aparecido en la cocina, lo que se me hizo raro. Miré la hora en mi móvil y ya eran más de las ocho de la mañana, casi las nueve y él ni rastro alguno de que estuviera en la mansión. Tal vez había salido temprano, por eso no andaba por ahí gritándole a alguien, porque ni siquiera Maykel había llegado y él también era muy puntual.

—¿El señor Dagger no está? —pregunté. Marie revisaba la lista de las compras, esta vez sería yo quien iría con Alexander a surtir la despensa.

—Se siente mal. Está en una de sus crisis por la migraña. No quiere ver a nadie, ni siquiera ha salido de su habitación —murmuró.

—¿Sabes si ya se tomó el medicamento?

—Ni siquiera me ha dejado entrar a su habitación, con eso te digo todo.

Me aparté de la isla y empecé a buscar entre los cajones, sabía que Marie era mucho de preparar infusiones y estaba segura que por algún lado vi un frasco con Valeriana, si no había en la casa, iba a ir a buscarla al supermercado. Con un poco que bebiera se iba a sentir mejor.

—¿Qué haces Angel? —me agaché para buscar en los cajones de abajo.

—¿Has visto la valeriana? —le pregunté.

—En los gabinetes a su derecha —indicó y me incorporé para abrir las puertas y fue ahí donde, detrás de algunos frascos con algunas hierbas, encontré la valeriana, cogí el frasco y tenía escrito la palabra "Valeriana" con un dibujo de dicha flor. Cerré las puertas de los gabinetes y cogí la misma ollita para calentar el agua para el café y puse dentro un poco de la flor junto con más agua —. ¿Puedo saber qué haces? —volvió a preguntar. Me giré hacia ella y cogí una taza, una cuchara y un plato.

Pacto con el diablo. (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora