Capítulo 49. 💙

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"Ella sonríe...

Aunque su corazón esté llorando".

—Fernando Rivera.

Angel

Aquella mañana me llevé una gran decepción al despertar y no ver a Hunter a mi lado. Últimamente, era así, casi no dormía, se encontraba ausente, pasaba más tiempo metido en su despacho o fuera de la casa y odiaba esta situación. Pensé que las cosas podían ir bien con todo lo que me dijo esa noche, creí ciegamente en sus palabras bonitas, pero no podía odiarlo y me odiaba por eso. Porque a veces era grosero y frío, sin embargo, mi amor por él era mucho más grande que el enojo que llegaba a sentir algunas veces por su indiferencia.

Salí de la habitación y me acomodé el suéter en los hombros, revisé mi bolso y me aseguré de llevar mi móvil. Bajé las escaleras y fui directamente a la oficina de Hunter.

Cometí un gran error al querer hablar con él.

Nunca debí entrar y enfrentarlo, solo debí ir con Serena, buscarla e ir juntas al hospital para la revisión. No debí insistir con el tema, pero me preocupaba su estado, la manera en la que se estaba destruyendo era horrible.

Di un par de golpecitos en la madera y esperé que respondiera desde dentro.

—Adelante —cogí el picaporte y empujé la puerta. Di un paso dentro y miré el entorno que lo rodeaba, las cortinas estaban abiertas, no obstante, se podía sentir la oscuridad, la tristeza y la melancolía danzando en la atmósfera.

—Voy a acompañar a Serena al hospital —me acerqué al escritorio y me detuve a escasos metros. No me pasó desapercibida la botella a su lado izquierdo y el vaso medio lleno en su mano derecha.

—Que te lleve Josh, necesito que Alexander esté aquí —asentí.

—¿Crees que podamos hablar? Llevas dos días bebiendo así, sin parar, me preocupa tu estado —murmuré.

—Estoy bien, Angel —negué porque no era cierto, él no estaba bien y se empeñaba en mentir y disfrazar la realidad.

—No, no lo estás, Hunter, déjame ayudarte —pedí con la voz en un hilo —. Por favor, no quiero que recaigas en este vicio y que te hundas de nuevo, solo...—me interrumpió de tajo.

—Estoy bien —masculló —. Deja de decirme lo mismo cada día. Estoy bien —repitió un poco más molesto —. Solo deja de repetir lo mismo —resopló. Cómo si estuviera harto de... Mi. Y eso me hizo sentir una tonta, me dolió el corazón, el pensar que tal vez era en vano, ya que mientras yo me preocupaba por él, a él le molestaba que lo hiciera —. Déjame en paz.

—No me hables así —murmuré —. No me gusta cómo te estás destruyendo por lo que sea que tu hermana te dijo. Hablemos por favor, como lo hacíamos antes de que esto pasara. No me gusta que te guardes las cosas para ti y que me alejes de tu vida. Te has metido en tu burbuja y me sacas como si fuera nada para ti.

—Esto no te incumbe, Angel —sostenía el vaso en su mano y repiqueteaba los dedos sobre el cristal —. No te metas en esto, no tienes por qué meterte.

—Basta —le pedí —. No tienes por qué hablarme así, yo no tengo la culpa de lo que sea que está pasando —mi voz rota, en un hilo que estaba a nada de deshilarse.

—Pues deja de preguntar entonces, si no quieres que te hable así no hagas más preguntas —arrojó el vaso contra la pared y este se rompió en miles de pedazos. Pegué un respingo en mi lugar. Se puso de pie y golpeó la madera con los puños —. Ve con tu madre al doctor —señaló la puerta.

Pacto con el diablo. (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora