Capítulo 55: Cómo un tablero de ajedrez

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Cómo un tablero de ajedrez






Salí de la cocina lanzando un suspiro. Estaba cansada y harta de seguir con los castigos, pero no había otra cosa que pudiera hacer. Era eso o ser echada, a pesar de que técnicamente no podía suceder. Le había dicho a Tom que no me seguiría metiendo en problemas, y escaparme de mis responsabilidades iba a arrastrarme directamente a uno.

Vi a Nott de pie al otro lado del pasillo, y me iba a desviar para irme por el otro lado, pero me detuve al ver a Grabble y Goyle ahí parados como dos estatuas, mirándome fijamente, serios. Giré lentamente hacia Theodore, notando como me pedia que me acercara de forma burlona con sus dedos. Ajusté mi bolso a mi hombro, y fui, fingiendo estar relajada, aunque si me cohibió un poco el estar en ese pasillo desierto con esos tres animales, especialmente los dos imbeciles que estaban al otro lado, ya que aparentemente nunca superaron la paliza que les di.

— Adele — me saludó Nott, simpático.

— Desperdició de semen, hola –– le ofrecí una sonrisa hipócrita.

— Uf, que apodo tan romántico, ¿Significa que ya nos estamos llevando bien?

— Significa que me molesta que respires el mismo oxígeno que yo.

— Lastima que no hay otro sitio en el que respirar — se rió —. Umbridge quiere verte.

— ¿Me ves cara de que me importe lo que esa idiota quiera?

— Yo que tú cuidaría mis palabras — sonrió torcidamente —. Estás frente a su mano derecha.

Abrí la boca para decirte que me valía 15 kilos de pija lo que sea que Dolores quisiera, pero una voz a mis espaldas detuvo mis palabras, justo a tiempo.

— Señorita Grindelwald — la voz de Albus interrumpió la interacción —. Ahí está. La estuve buscando, ¿Sería tan amable de acompañarme hasta mi oficina?

Nott no insistió en llevarme con Dolores, y yo seguí a Dumbledore en silencio. Subimos a su oficina, en la que amablemente me ofreció unos caramelos de limón, los cuales rechacé ya que por alguna razón tenían demasiada ansiedad como para que cualquier cosa me pasara por la garganta. Se sentó despreocupadamente en escritorio y me observó. Yo hice lo mismo.

— ¿Para que quería verme, profesor? — decidí preguntar luego de un rato.

— Tiene los ojos de su padre — comentó de la nada, tomándome un poco por sorpresa.

— Um, Gracias — dije no muy segura.

— Son peculiares. Misteriosos — dijo —. Tiene una mirada cálida que deja a las personas cautivadas por la historia que esconde su iris color nieve — me observó con atención —. Hay muchas cosas detrás de su mirada, señorita Grindelwald, pero la cosa que más me perturba es ese secreto — inclinó un poco la cabeza —. Porque hay un secreto, ¿Verdad? que nos afecta a todos.

— Yo... — no quise decir nada que me comprometiera. Dumbledore siguió.

— Señorita Grindelwald, usted no debería estar aquí — dijo y sentí mi corazón detenerse —. No es que este no sea su hogar; es que el rumbo que está tomando todo no es el que debería estar tomando — entornó los ojos —. Y el rumbo que está tomando está historia está muy fuera de mi alcance. Es peligroso, y arriesgado.

Stupid Girl #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora