Capítulo 14: Ejercito de Dumbledore

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Ejercito de Dumbledore







A la mañana siguiente mis ojos parecían querer perforar el techo de mi cuarto. No había logrado conciliar el sueño; tampoco paraba de pensar en Tom. Mi herida estaba muy abierta, y lo qué pasó la noche anterior seguía atormentandome. La forma en la que me besó y me dijo que no sabía que le pasaba, que yo era la culpable de su confusión. ¿Confusión de qué? ¿Que rumbo lo hice perder para que diga eso? Más confundida me tenía él a mi; con sus impulsos descarados y sus palabras sin significado alguno. No lo entiendo, pensé las mil veces que le di vueltas al asunto, y las mil que no encontré una respuesta razonable.

Decidí distraerme un rato limpiando mi habitación. Era domingo, y no tenía ganas de salir. Pansy se pasó por mi cuarto a preguntarme como estaba, más hice como si no estuviera y siguió de largo. Conseguí mis partituras tiradas por algún lado, y me atreví a abrir el piano de pared que había anotado desde el día uno en mi guion, pero que nunca me atreví a tocar. Ese día quise hacerlo. Me sentí extrañamente atraída por la idea tocar y concentrarme solo en las teclas de marfil acariciar mis dedos hasta que se me acalambraran, para no tener que pensar en él.

Eso hice. Me senté frente al piano, con mis manos ligeramente temblorosas por la ansiedad y los nervios, y me atreví a empezar a tocar, y al hacerlo ya no pude parar. Apenas terminaba una canción empezaba otra, y llegaba a repetirlas incluso 4 veces al no aburrirme de escucharlas. Me sentí orgullosa de mi misma al poder hacerlo otra vez, después de un año sin acercarme a un instrumento, ni mucho menos un piano.

Lamentablemente mi momento fue interrumpido al escuchar el chillido de mi puerta. Me volteé rápidamente dejando la pieza a la mitad, y divisé a Tom de pie bajo el marco, viendo la puerta con curiosidad.

— Deberías arreglar esto... — murmuró distraídamente cerrándola detrás de él con seguro antes de mirarme. Ignoré el vacío que se coló en mi pecho al verlo después de lo que había pasado la noche anterior.

— ¿Se te ofrece algo? — pregunté en voz baja, girando por completo en su dirección mientras alzaba una ceja, algo molesta por haberme interrumpido.

— Pensé que ya no tocabas — comentó, caminando hacia mi con las manos en sus bolsillos.

—  ¿Que quieres? — fui al grano.

— ¿Desde cuando eres tan agresiva? — preguntó apoyándose contra uno de los pilares de mi cama. Su olor llegó a mi con ligereza, provocando que tomara una profunda respiración —. Solo quiero hablar.

— Desde que me enteré que me utilizaste para conseguir información sobre los Horocruxes — solté sin poder evitar que un ápice de rencor se colara en mi voz. Claro que él lo notó.

— Buen punto — sonrió ligeramente — ¿Como sabes de ellos?

Aparté la mirada, resoplando. Claro que estaba ahí para seguirme interrogando.

No podía creer que Tom fuera tan hijo de puta.

— La biblioteca de la mansión Grindelwald está llena de libros. Algo tuve que haber leído — mentí tratando de quitarle importancia mientras me encogía de hombros.

— ¿En que parte? — cuestionó con cierta curiosidad —. Busqué por todos lados y nunca encontré nada.

Auch

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