Capítulo 43: Entre muggles

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Entre muggles






Nos separamos y cada grupo se fue a sus respectivas tareas. Hermione intentó explicarme donde quedaba el dichoso sitio, pero como no le entendí me limité a decirle que si lo hice y me fui a la suerte de Dios, ya que no quería seguir perdiendo el tiempo.

Andaba toda paranoica y volteaba cada cinco segundos para asegurarme que no se perdieran. Ellos andaban mirando todo y comentando entre sí, mientras que yo cuidaba que no los atropellaran ni hicieran nada raro que delatase al mundo mágico. Estaban sospechosamente tranquilos, y eso en lo particular no me daba buena espina, pero tampoco parecían querer hacer nada raro, entonces no los molesté.

Ginny se me pegó a un lado y voltee mi cabeza hacia los gemelos para asegurarme que no la habían mandado de distracción. George me saludó a lo lejos y Fred me lanzó un guiño, aumentando mi mal presentimiento.

— ¿Cómo es que estás tan tranquila teniendo tantas maravillas a tu alrededor? — me preguntó. Giré mi cabeza para observar los edificios, autos y luces que iluminaban la ciudad, esperando sentirme impresionada, pero yo había crecido en el ambiente muggle y conocía tanto el movimiento como la tecnología: Para ellos, que nacieron rodeados de magia, eso era inusual, y se me hizo irónico saber que para mi, su mundo lo era.

— No hay mucho que ver — murmuré, indiferente. Londres era como la Guaira pero con hechiceros en vez de malandros.

— Oh, cierto, olvidé que tú creciste por aquí — murmuró mirando todo.

No mi vida, yo crecí por el tercer mundo, en dónde si no tienes reloj los disparos te dicen que hora es.

— No exactamente, pero al parecer todo el mundo está lleno de la misma tecnología — dije en su lugar, encogiéndome de hombros de forma desinteresada.

Seguimos hablando entre nosotras hasta la tienda que nos había dicho Hermione. Les abrí la puerta para asegurarme que no fuesen a escapar, y agradecí que hubiese campanas para saber cuando alguien entrara y saliera de la tienda. Me dio cierta rabia en ese momento tener que cuidar de ellos como si fuesen unos críos y yo fuese su mamá gallina, cuando los gemelos eran mayores que yo y Ginny era lo suficientemente madura como para entender el por qué no podía estar por ahí sola.

— No toquen nada ni salgan de la tienda — les advertí antes de perderme por la zona de licores, tratando de reconocer alguno que fuese bueno y no tan destructivo para esa noche. Tomé una cesta para meter una que otra cosa que se me antojara, más las botellas de alcohol: una de ponche, una de vodka y otra de Anís. Supuse que era suficiente para sobrevivir y no terminar muertos para cuando llegásemos a la madriguera.

Me sobresalté un poco cuando crucé en uno de los pasillos y me encontré de cara con un chico que, no les voy a mentir: tenía una cara de malandro que no se la quitaba ni Dios. Traté de rodearlo para agarrar una botella de agua que estaba por esa zona, y apenas me le acerqué, habló:

— ¿Tienes un reloj que me prestes? — me preguntó el pana y yo volteé a mirarlo con las cejas alzadas.

— No — me limité a responder, fingiendo que no estaba ligeramente asustada.

— Nadie sale de su casa sin un reloj.

— A excepción de ti, por lo que veo — rodé los ojos —. ¿Tú crees que me vas a venir a robar a mi, pedazo de pajuo? Yo soy Venezolana, ridículo, te robo a ti.

El pana me miró sorprendido y puso los lentes de pelotero que tenía por encima de su cabeza, luciendo emocionado.

Que lo que ej menor, ¿Petare? — me contestó en español y abrí la boca de la impresión.

Stupid Girl #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora