Capítulo 11: Yo y la depresión

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Yo y la depresión





— ¿Cuanto tiempo lleva así? — escuché a Ginny preguntar.

— Desde el miércoles — murmuró Pansy a modo de respuesta, tal vez pensando que no podía escucharla, o simplemente si lo hacía, iba a ignorarla —. Y no tengo ni idea de qué hacer para ayudarla. Es por eso que las llamé a ustedes.

— Yo creo que solo necesita descansar — dijo Hermione con la voz algo temblorosa —. Me da miedo — le susurró a Ginny.

— Hermione — la regañó.

— Lo siento, ¡Pero es que mira! Hasta su gato tiene cara de matar a todo lo que se le acerque.

Webito les gruñó y yo volteé a verlas. Era la hora de la cena un viernes, y yo había faltado a clases toda esa semana porque realmente no tenía ganas de salir de mi habitación y encontrarme a Tom por casualidad. Prefería morir.

— ¿Que demonios lleva puesto? — le preguntó la pelirroja a Pansy ladeando su cabeza en mi dirección, analizándome de arriba a abajo como si fuera una atrocidad lo que sus ojos veían.

— ¿Yo que mierda voy a saber, Weasley? Solo ayudenla. Me preocupa.

— Me parece sorprendente que te preocupe alguien que no seas tú misma — habló Hermione rodando los ojos.

Yo entorné los ojos entre las tres, escuchándolas y entendiendo perfectamente lo que decían. Estoy deprimida, no sorda, pensé viéndolas hablar de mi, pero no me enojé. No podía, a decir verdad. Mis emociones estaban demasiado revueltas como para concentrarme en eso, casi apagadas.

— ¿Quieren? — les pregunté cómo si nada tendiendoles de mi helado.

Las tres negaron con la cabeza. Me encogí de hombros y tomé una cucharada del helado de chocolate para después llevarla a mi boca y empezar a cantar la canción que sonaba de fondo como si nada, mientras que al mismo tiempo volvía a retomar mi lectura.

— ¿Te sientes bien? — preguntó Ginny acercándose lentamente a mi.

— ¿Por qué no lo estaría? — alcé una ceja, sin apartar mi vista de las palabras impresas en el papel.

Miró a las chicas para después mirarme otra vez. Tomó una profunda respiración, como queriendo reunir la paciencia suficiente para hablar conmigo y me sonrió algo forzada.

— Pues, tienes puesta una pijama de gato — dijo, como si pensara que no lo sabía.

— Sip.

— Y tienes la cara llena de dulce.

— Ajam.

— Y... Tienes dos colitas como peinado.

— Oh, ¿Te gustan? — le pregunté con una sonrisa —. Mi mamá me peinaba de esa manera cuando iba al prescolar.

— ¿Y él biberón era de adorno? — alzó una ceja.

Volteé a ver el biberón lleno de jugo de naranja que estaba al lado de mi cama y luego la vi otra vez a ella. Me encogí de hombros, fingiendo ser indiferente.

— Me da pereza sentarme para tomar algo — me limité a decir.

— Pero estás entada — replicó.

— ¿Quieres? — la ignoré acercándole la bolsa de flips.

Ella lanzó un suspiro y meneó la cabeza.

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