Capítulo 27: El odio es un sentimiento

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El odio es un sentimiento...








— ¿Cuando vas a hablar con tus amigos? — me preguntó Draco desde mi peinadora, registrando entre mis gavetas y perfumes. Le metí un empujón, arrebatándole el frasco que había tomado, harta.

Llevaba todo ese día y anterior fastidiándome por alguna razón. Aparentemente se le había olvidado todo lo que hizo, causó y me dijo, incluyendo las peleas y el motivo principal por el que dejamos de hablar. Tal vez pensó que porque lo había usado para mi beneficio (aunque él no sabía eso) ahora íbamos a retomar nuestra amistad e íbamos a ir saltando juntos por un campo lleno de flores; pero era obvio que no podría estar más equivocado al respecto.

— Draco, sal de mi habitación — le pedí en un suspiro cansado, harta de su presencia. No lo soportaba. Su voz me irritaba, su indiferencia ante todo lo que había hecho me hervía la sangre y que quisiera fingir ser el niño santo que no rompe un plato me estaba erizando la piel por el enojo. Usarlo para ganar tiempo me estaba haciendo pagar un precio muy elevado, que era su compañía, la cual no quería.

— Quiero acompañarte — dijo, volviendo a tomar el frasco de perfume.

— Pues yo no te quiero cerca — repliqué, quitándoselo otra vez y colocándolo donde estaba antes de que él empezara a toquetear entre mis cosas.

— Hace un año no decías eso — trató de bromear, pero solo logró que lo viera entre aburrida y fastidiada. Su sonrisa cesó.

— ¿No tienes otra cosa que hacer? — cuestioné, irritada — ¿Buscar el amor de tus padres, por ejemplo?

— Eso fue cruel — aceptó.

— Me sabe a culo, pajuo.

— ¿Que significa "pajoudou"? — cuestionó, ignorando mi mal humor. Resoplé, pasándome una mano por la cara, visiblemente frustrada.

Marico cállate la jeta y déjame en paz — bufé, caminando en dirección a mi closet. Él se me pegó atrás, y yo voltee a verlo con el ceño fruncido al notar que tenía intenciones de acompañarme —. ¿Qué haces? — cuestioné —. Sal.

— Quiero ir contigo — dijo como si nada.

— Voy a vestirme — le hice saber. Una pequeña sonrisa se asomó por sus comisuras y apoyó su hombro contra el marco de la puerta, observándome con diversión.

— Vístete. No me molesta — puntualizó, como si de verdad creyera que lo iba a dejar verme. Le sonreí con falsedad antes de estrellar fuertemente la puerta en su dirección, golpeándolo a propósito y provocando que lanzara un gemido de dolor por lo bajo —. Mierda, Adele...

— Llevas pero no aguantas — me burlé, colocándole seguro a la puerta antes de quitarme la camisa y empezar a buscar algo que me gustase y fuera acorde a la situación. Lo escuché gruñir al otro lado, seguido de un ligero golpe a la madera.

— ¿Cuando mierda piensas perdonarme? — lo escuché preguntar, y yo me limité a encogerme de hombros, aún sabiendo que no podía verme.

— A mi no me hiciste nada — repliqué consiguiendo un top negro ceñido al cuerpo sin mangas. Me lo puse.

— Exactamente. No entiendo por qué estás molesta conmigo — fue su respuesta, lo que me hizo ponerme más de mal humor de lo que ya estaba.

— Porque intentaste hacerle daño a Pansy — repliqué con obviedad, escuchando como bufaba al otro lado de la puerta.

— ¿Y? En ese momento tu y ella no eran amigas — dijo, como si eso lo justificara sus acciones. Voltee a ver a la puerta con una mueca de indignación y asco, como si estuviese su cara impresa en la madera.

Stupid Girl #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora