Capítulo 41: A la madriguera

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A la madriguera






— ¿Cebolla?

— No.

— ¿Pepinillos?

— No.

— ¿Tomate?

— No.

— ¿Lechuga? — preguntó, esperanzado.

Suspiré.

— No — dije, cansada.

— ¡Oh, vamos, Adele! — George bufó, frustrado —. ¿Qué comes tú?

— Jamón y queso está bien — insistí.

— Pero no te vas a alimentar solo con jamón y queso — insistió de vuelta. Llevábamos alrededor de 15 minutos peleando por eso.

— ¿Quién conoce mejor mi metabolismo? ¿Tú o yo? — alcé una ceja.

— Pero eso no es-

— Jamón y queso o no como — puntualicé, cansada. Resopló como un niño malcriado, y batió el pedazo de pan contra la mesa.

— ¿Cómo te soporta Riddle? eres imposible — se quejó, preparándome el sandwich a mí gusto. Reí, apoyándome contra la encimera a su lado y menee la cabeza, ni siquiera yo sabiendo la respuesta.

— No lo sé — admití, encogiéndome de hombros —. Supongo que sabe que mientras algo llegue a mi estomago, está bien que coma lo que sea.

— No está bien que comas tan horrible — replicó.

— Es eso o no comer — debatí, provocando que rodara los ojos.

— Te debe querer mucho como para esforzarse en entender tus filosofías extrañas — murmuró, distraído — ¿Cómo van? — quiso saber, refiriéndose al malévolo cucarachon mientras me hacía mi pan de mala gana. Reí, tampoco sabiendo como responder a eso.

— Chismoso — acusé, entrecerrando mis ojos con algo de diversión.

— Solo quiero mantenerme informado — se encogió de hombros, haciéndome un ademán con la mano para que siguiera hablando. Suspiré, relajando mis hombros en lo que pensaba en una respuesta que no comprometiera la situación.

— Bien, supongo — dije finalmente, sin ánimos de hablar sobre eso. Volteó a verme por unos segundos, y finalmente suspiró, volviendo al pan.

— Lo extrañas, Addy, y es normal — intentó hacerme sentir mejor. Chasquee la lengua.

— No debería. Es un imbécil — solté, pretendiendo estar enojada. Él enarcó una ceja, divertido, y vio de reojo a Grillo; el peluche de panda que me regaló. Estaba sentado en una silla de bebé que había conseguido, y volvió a verme, riendo.

— Si, vaya, que imbécil de su parte comprarte un peluche de panda y no uno de verdad — ironizó, y yo rodé los ojos, dándole un golpe en el brazo.

— Es un imbécil — insistí, malhumorada.

— No dije lo contrario — rio.

Stupid Girl #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora