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Anastacia S

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Anastacia S. Zambada — Sierra de Culiacán, Sinaloa.

Llegamos y Ovidio se había puesto serio sobre eso, pero es que no podía ir por la calle queriendo golpear a todo el mundo y eso me enojaba, por que había acabado con mi estancia de paz en mi escuela y si me tenían miedo, ahora me tienen el doble. Me baje de el auto y camine hasta la casa, mientras que traía a Ovidio atrás de mi.

—¡Ey ven!—Me grito Ovidio cuando empecé a subir las escaleras.

—Mande.—Le dije cruzándome de brazos y seguí caminando para ir a ver a mi hermano.

—¡Anastacia te estoy hablando por una chingada!—Me grito y pegué un pequeño respingo.—Ya paso eso, ven mejor, no te enojes.—Dijo haciendo pucheros y solo negué.

—No, Ovidio es que no puedes ir queriéndote madrear a todo el que se me pone enfrente o solo por que son mis amigos.—Le dije frenando y el me tomó de la cintura y me pego a su cuerpo.

—Si, si puedo.—Me dijo cerca de mis labios haciendo que me empezara a poner nerviosa.

—Ovidio, tengo que ir a ver a mi hermano.—Dije tratando de separarme de él, pero me pego más a su cuerpo.

—Si le pegue una madriza a ese vato, fue por ti, por que no quiero que ningún cabron te llegue a hacer algo.—Me dijo pasando sus labios sobre mi cuello haciendo que mi piel se erizara.

—Simon di eso.—Me queje, y levanto su cara viéndome a los ojos.—Ovidio, tengo que ir a ver a mi hermano.—Le dije y me separa de el pero me volvió a pegar a su cuerpo.

—No mija tú y yo vamos a arreglar esto.—Me dijo tomando mi cara entre sus manos.

—¿Que vamos a arreglar Ovidio?—Le pregunte seria y vi como su semblante cambió.

—Si yo hice eso, fue porque sabía en que pinche dirección iba ese pendejo y jamás dejaría que algo te pasara y yo no hacer nada, y si le partí la madre y hasta la rompí la nariz, pero me vale madre por que tú eres lo más importante en mi vida, y si quieres oírlo de mi boca, si me dieron un chingo de celos al ver a ese vato contigo y que a mi ni me pelabas.—Me dijo acercándose a mi cara y cada vez estaba más nerviosa.—Y si, me traes bien pendejo, esos ojos verdes que me hacen pasar noches enteras sin dormir pensando en ti y que no puedo dejar de estar a tu lado.

De inmediato me puse aún más nerviosa de lo que ya estaba y sentía el color rojo sobre mis mejillas y como cada vez más acercaba sus labios a los míos, y como nuestras respiraciones chocaban.

—Me traes bien pendejo, mi bonita, sabes que siempre me gustaste pero lo quería negar, y cuando te vi en el hospital, sentía que me iba a morir si algo te pasaba.—Me dijo y vi como de sus ojos salían una que otra lagrima, y me pego más a su cuerpo, mientras ponía las manos sobre su cuello.—Contigo quiero todo, mi amor.

Odio Fingido | Ovidio Guzmán | TERMINADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora