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Anastacia S

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Anastacia S. Zambada — Medellín, Colombia

Mis manos temblaban, mientras que también hormigueaban, con mucho cuidado me puse de pie intentado estabilizarme y ir por un vaso de agua, con mucho cuidado, limpie las lagrimas que salían por mi mejillas y acomode mi pelo en forma de que no se notaran las marcas que yo misma había hecho con mis uñas sobre mi cuello. Debido a que era muy blanca, se notaban más de que lo me gustaría, puse mis zapatos y tendría que salir a por un vaso para tomarme las pastillas para la ansiedad.

Con mucho cuidado, comencé a caminar, después de bajar las escaleras, me asomé por la sala antes de que ellos me vieran, después los vi, estaban abrazados viendo una película.

Sentí como mi pecho se comprima aún más, asi que rodee y ingrese a la cocina, recargue mis manos sobre el mármol y después dejé caer mi cabeza para atrás.

Por más que quería negarlo, no podía, seguía enamorada de Ovidio, mientas que el ya me había olvidado, así de sencillo, el ya tenía una familia mientras que yo seguía jodidamente enamorada de él.

A veces no me doy cuenta de que todos me terminan abandonado, así de simple, después de unos días, meses o años, termino traicionada por alguien. Así como pasó con el, que no pudo hacer las promesas que me tenía y mucho menos amarme eternamente como el me prometía.

Ovidio, había sido un huracán que destrozó todo a su paso, había acabado con todo, mi salud mental por ejemplo. Y vivir con ellos dos no ayudaba mucho que digamos.

Una lagrima corrió por mi mejilla y rápido la limpié, no me gustaba que nadie me mirara débil, pero tampoco me podía guardar todo para mi. Eso podría terminar de mandar a la mierda mi vida, no podía seguir así.

—¿Estas bien?—Escuché su voz, haciendo que mi piel se erizara completamente, mientras que mis fosas nasales se inundaba de su perfume.

—Si.—Hablé dando un pequeño saltito y después saqué la jarra de el agua, me serví y me el estaba atravesado en la puerta.—¿Puedes quitarte?

—¿Que tienes Anastacia?—Me pregunto y miró mi cuello mientras que yo lo tapaba con mi pelo.—¿Que te hiciste?

—¿Puedes dejar de hacer como si yo te importara?—Subí y baje los hombros, haciendo que el soltara un suspiro.—¡Ya quítate Ovidio!

—No estás bien, lloraste ¿No? ¿Volviste a tener esos sueños?—Negué mientras que el intentaba acercarse a mi.—Anastacia.

—¡Deja de hacer como si yo te importara Ovidio! Cuando los dos sabemos que no es así.

—Si me importas.—Susurro tomándome de las manos a la fuerza y viendo las marcas.—¿Estás tomando tus medicamentos?

—Eso no te debería de importar.—Hable jugando todas mis fuerzas y empujándolo, tome el vaso y camine.

Odio Fingido | Ovidio Guzmán | TERMINADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora