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Anastacia S

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Anastacia S. Zambada — Medellín, Colombia

Escucho los gritos en el cuarto de alado, por que si, el cuarto de mi derecha es de Adriana y Ovidio, pongo una almohada sobre mis orejas y espero unos cuantos minutos pero solo oigo como los dos se reclaman cosas que no tienen sentido. Niego con la cabeza, eso le pasa por pendejo.

Sigo intentando dormir, hasta que parece que se callan, cierro los ojos y me empiezo a quedar dormida, hasta que ¡Lo odio! Se empiezan a escuchar, ay pinche Ovidio ¡Gemidos! Si, gemidos de Adriana y solo me da un chingo de asco.

¡Ósea yo también vivo con ellos! Una lagrima bajo por mi mejilla, mientras que después se oyeron como golpes en la pared, de veras que no tiene vergüenza este cabron.

Me levanto y tomó una sudadera, y los sonidos se escuchan mucho más fuertes que antes, más sus súplicas de que no pare y ¡Ahí no borra eso de tu mente!

Dios parece que está matando un marrano allá adentro.

Salgo y como es de esperarse, no ahí nadie, salgo de la casa lo más rápido que puedo y me dirijo a el establo, ya es de noche, pero lo que menos quiero es seguir escuchando esos ruidos asquerosos, siento mis ojos aguados, le pido a uno de los escoltas que ensille una yegua y así lo hace.

De veras que es hermosa, color blanca como la nieve, ojos azules, y un lucero hermosa. Me subo en ella y comienzo a dar vueltas por todo el rancho, mientras que las lagrimas caen por mis mejillas.

Por más que quiero hacerme la que no me importa nada, me duele en el alma haber escuchado eso, me da asco, y ya no se que pensar sobre el y menos sobre ella.

Pensaba que al menos tendría un poco de respeto por lo que fuimos como el decía, pero a Ovidio solo le importa una persona, y es el.

Niego con la cabeza ¿Por que todavía sigo jodidamente enamorada de él? Por más que quiero no me lo puedo sacar de la mente y mucho menos de el corazón, por más cosas que haga, no puedo, pero tengo que hacer el intento y alejarme de él, es lo mejor para mi, que seguir viéndolos juntos, con su hija que nace en unos meses.

—Te necesitas solo a ti, Anastacia.—Hable para mi misma, mientras que limpiaba mis lagrimas y acariciaba el pelaje de el corcel.—Solo a ti.

Cuando menos me lo espere, había llegado a un canal bastante lejos de la mansión, que era alusado por la luz de la luna llena. Me baje y ate las rendías a un árbol.

Después, me senté sobre una piedra, me abracé mejor a mi misma y comencé a llorar, quería quedarme seca y seguir llorando toda la noche, escuchaba el ruido de el agua pegar contra las rozas y la luz de la luna, después de eso, me recosté viendo la luna, mientras que solo quería repuestas. Saber ¿por que? ¿Por que a mi?

Cerré los ojos y los apreté, mientras que escuchaba con dedicación cada uno de los ruidos, pensé qué tal vez, irías tras de mi aquel día y que diferente serían nuestros días, si lo hubieras hecho, Ovidio.

Odio Fingido | Ovidio Guzmán | TERMINADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora