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Anastacia S

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Anastacia S. Zambada — Casa de Vicente Zambada.

Mis manos temblaban mientras que observaba a la nada, Serafín pasaba un algodón sobre mi nariz con alcohol y me abrazaba pegándome a el. No podía creer que Ivan había muerto, me negaba a creerlo, simplemente no.

—Iván no, el no esta muerto.—Hablé arrojando el algodón hacia el suelo, cuando me iba a levantar, mi hermano me tomó por los brazos y me volvió a abrazar.

—Iván ya no está aquí Ana, sabemos que eran amigos y lo querías mucho pero el ya no está aquí.—Negué.

—¡No Serafín! Ivan era un excelente conductor, no pudo haber pasado eso.—Exclamé.

—Anastacia cálmate.—Vicente se sentó a mi lado y trato de calmarme.

Comenzó a acariciar mi cabello, mientras que las lagrimas salían de mis ojos, me rompía, no sabía que hacer, tenía culpa, sentía que yo había causado la muerte de Iván. No quería ni saber cómo estaban Ovidio y Alfredo.

Sabía que a todos nos había pegado muy cierta le muerte de Iván, pero no me podía controlar.

Pero me negaba, no, Ivan Archivaldo no estaba muerto, Iván jamás lo pudo haber pasado eso, es imposible, el manejaba muy bien y jamás había tenido un choque de auto.

—No, no, Ivan vendrá por mi, me dijo que iremos a...

Mi hermano hizo una mueca y me abrazo pegándome a su cuerpo.

—Tienes que aceptarlo, Anastacia, Ivan falleció hace unas horas y ya les entregaron el cuerpo a la familia, el entierro será mañana.—Exclamó Serafín y negué.

—¡Iván no puede estar muerto, Serafín!

—Lo se, pero, tienes que aceptarlo, no es bueno que guardes todo este rencor, odio, y resentimiento en tu corazón.

—¡No!—Negué.

—Anastacia.—Vicente murmuro y seguí negando.

Las lagrimas salían por mis ojos, mientras me encogía de hombros.

Ivan siempre había estado en mi vida, era como un hermano para mi, y me cuesta admitir que ya no estará nada más aquí.

—Deberías comer algo, es por tu bien.—Mi hermano mayor me extendió un plato con quesadillas y me negué.

—No, no quiero comer.—Hablé apartado el plato con mi mano.

Solté un sollozo y recargue mi cabeza sobre el pecho de mi hermano. Mientras que el acariciaba mi cabello, seguí llorando, los minutos pasaban y yo simplemente no me calmaba, no podía.

—Papá vendrá a ver...—Lo interrumpí.

—¡No quiero verlo!—Muy en el fondo, sabía que el tenía culpa.

Odio Fingido | Ovidio Guzmán | TERMINADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora