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Anastacia S

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Anastacia S. Zambada — Medellín, Colombia

¿Si sabes lo que es espacio personal? ¡Ovidio deja de andar detrás mío por al menos dos horas ¿Si?—Me di la vuelta y tome mis cosas, saliendo casi corriendo, mientras que sentía sus pasos detrás de mi.—No puedo creerlo.

—Solo quería asegurarme de que estuvieras bien ¿Si? Tampoco es para tanto.—Me frene en seco y lo apunte con el dedo índice.

—¿¡No es para tanto!? ¡Por más que te pido que te alejes de mi, te entra por una oreja y te sale por la otra, cabron!—Chille cuando me intentó tomar pero me hice para atrás.—Déjame volver a hacer mi vida.

Después de eso, seguí caminando, todavía con sus pasos detrás de mi, no sabía que más hacer para que me dejara en paz.

—Anastacia, no, yo...

—¡Ya Ovidio! Deja de hacerte que el no sabe nada, el que solo piensa que no está haciendo daño, tú bien sabes todo el daño que me hiciste, así que te prefiero de lejos, eso también deberías de hacerlo tú.

—No.—Negó y después chocó con una mujer, se le quedó viendo como si se le quisiera comer con la mirada.

Negué y seguí caminando, hasta que estaba apunto de salir de la clínica.

—Estaba..—Rascó su nuca nervioso.

—Lo que menos quiero es que me des explicaciones, no somos nada, Ovidio, solo que quiero que te alejes de mi.—Hablé empujando la puerta con fuerza.—Es lo único que te pido, que no estés cerca de mi.

—Tenemos que hablar, hubo un nosotros, aunque lo niegues.—Me tomó por la mano y negué, me solté de golpe y lo mire.

¿Ovidio tenía vergüenza? Está claro que no.

¿Como puede tener a su vieja panzona y querer hablar sobre nosotros? De verdad que cada vez me sorprende más, su nivel cinismo.

—¿De verdad que necesitas que recuerde que las cosas que se cuidan no se tiran de repente?

—No, todo t..—Hablo Ovidio y negué con los ojos cristalizados.

—¡Ya Ovidio! No puedes venir a hablar sobre un nosotros, cuando tú fuiste el que me botaste, el que me rompió el corazón, el que siempre me lastimó, tienes a Adriana y estás esperando una hija ¿No?—Hable y el limpio con su pulgar una lagrima que bajaba por mi mejilla.—Pues concéntrate en ellas, no quiero que sigas detrás de mi, cuando lo que había entres nosotros dos, lo echaste a perder.

Me abracé a mi misma, y me di la vuelta, después comencé a caminar hacia la camioneta, me subí y los escoltas de inmediato arrancaron, giré a verlo, y estaba con lagrimas en los ojos viéndome, negué, no podía volver a ser débil.

Me recargue sobre el asiento y me rompí, completamente, mientras que recodaba cada momento que vivimos juntos como si hubiera sido ayer.

Tenía que dejarlo ir, era lo mejor para las dos.

Odio Fingido | Ovidio Guzmán | TERMINADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora