16.

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(23 años)

Me falta el aire, necesito salir, salir ya.

Abro la puerta y salgo a la lluvia. El cielo gruñe en forma de truenos y las gotas pronto me empapan. Me quedo un segundo parada en el porche. Extiendo mis brazos a los lados y miro el cielo.

¿Por qué? ¿Por qué ella? ¿Por qué tuvo que ser ella, joder?

Una luz a mi izquierda me llama la atención. La casa de al lado. Hay luz en la segunda ventana de la planta de arriba. La habitación de Carlos.

Ha vuelto. Está aquí.

Corro hacia su casa, hacia él. Toco la puerta desesperada y atronadoramente con las palmas de las manos y escucho sus pies bajando rápido las escaleras.

Abre y ahí está. Me sonríe.

—¡Ina, era una sorpresa! —exclama y me mira de arriba a abajo—. ¿Qué haces empapada? ¿Te has vuelto a dejar el paraguas?

—Se ha muerto —profiero y sus ojos vuelven a mi rostro.

—¿Qué? —pregunta, perdiendo la fuerza en su voz.

Sollozo y tiemblo.

—Mi madre, mi madre se ha muerto.

—¿Qué? —grita y me coge de los brazos—. ¿Qué estás diciendo? ¿Es una broma?

—No. —Lloro y me tiro arriba de él—. Se ha ido, Carlos. Me ha abandonado.

—Pero...¿cómo?

—Se...se salió de la carretera y cayó por el barranco. El coche quedó hecho un amasijo de metal, mi madre... —Pero no puedo continuar cuando recuerdo las palabras del forense.

—Ssh, ya está. No quiero que me digas más —susurra Carlos y me entra en su casa, cierra la puerta y me apoya entre ella y él.

—Carlos, no puedo sin ella, no tengo fuerzas.

—Eres fuerte, Ina, tú eres fuerte, puedes con todo lo que se te venga encima, y lo sé, y tú también —rebate Carlos y separa mi rostro de su pecho.

Me aparta las lágrimas y el agua del rostro y me mira intensamente.

—Te quiero, Ina, demasiado. Voy a estar contigo.

—Lo sé, no quiero que te vayas.

—No me voy a ir nunca.

—Prométemelo —sollozo y él me besa la frente.

—Ina, te prometo que nunca, nunca jamás, me alejaré de ti. —Me regala una pequeña sonrisa y une nuestras frentes—. Sabes que no podría vivir sin ti.

Tengo sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora