30.

4.1K 239 7
                                    

—Ya es el cuarto, Ina —dice Mario a mi lado y yo bajo el vaso de mojito.

—Lo necesito —susurro arrastrando las palabras.

Empieza a sonar Ras Tas Tas de Cali Flow Latino y me levanto. Ali aparece en mi campo de visión y salimos a lo que se ha consagrado como la pista de baile. Comenzamos a bailar salsa choke juntas, restregándonos la una contra la otra mientras la gente nos rodea.

—¡Una batalla! —grita alguien. La voz me recuerda a la de Dimas.

Ali y yo nos reímos y nos ponemos una enfrente de la otra. Primero sale Ali y se mueve ligeramente por su pasado como bailarina y la práctica en la discoteca. Después salgo yo y, no es por ser creída, pero lo hago mejor, por eso la gente aplaude más fuerte. Nos abrazamos mientras la canción termina y Ali levanta mi brazo izquierdo, proclamándome ganadora.

Corro hacia Mario y salto sobre él, rodeando su cintura con mis piernas.

—Quiero bailar contigo —susurro contra sus labios y él asiente.

Comienza a sonar Él no te da, de un artista canario llamado Dasoul. Lo saco a la pista y bailamos entre la gente. Meto una pierna entre las suyas y comienzo a mover las caderas al ritmo de la canción, rozándolas con las suyas.

Sus manos bajan, por primera vez desde que nos conocemos, a mi culo, y lo aprietan, pegándome a su cuerpo.

—Uy, ojos verdes, qué pervertido. —Ronroneo y él sonríe.

—Mmm, esto es solo la punta de un iceberg muy grande.

—Ojos verdes, no copies mis frases —murmuro lentamente y lamo el lóbulo de su oreja.

Mario tiembla y choca nuestras caderas. Baila bien, tiene que ser una máquina sexual. Muerdo mi labio inferior y meto mis manos por dentro de su camisa.

—Irina... —advierte en mi oído y sonrío.

Saco mis manos de su camisa y muerdo su oreja.

—Tengo que recompensarte lo de hoy —susurro divertida y él sube sus manos a mi espalda descubierta.

—Hoy no.

—¿Por qué?

—Estás borracha, quiero que estés bien y que decidas por ti, no por el alcohol.

—Creéme, quiero hacerlo.

—No.

—Joder, ojos verdes, le quitas la diversión a todo.

Me da la vuelta y pega su pecho a mi espalda.

—Creéme, Ina, quiero más o igual que tú, pero no hoy, no como estás.

—Vale, lo comprendo. —Acepto y lo beso.

...

Despierto por culpa de la luz del sol pegando directamente en mi rostro.

Gruño y me doy la vuelta. Abro los ojos y veo a Mario con los ojos cerrados y la respiración acompasada, durmiendo. Sonrío y me apoyo en mis codos. Muerdo mi labio inferior, alzo mi mano y rozo su mejilla con mi dedo índice. Su respiración se agita y mueve su rostro hacia mi caricia.

Bajo lentamente hacia su cuello y delineo su manzana de Adán. Vuelvo a subir y ahora recorro sus labios. Sus ojos tiemblan y se abren.

—Buenos días, ojos verdes. —Saludo y él sonríe.

—Buenos días. ¿A ti también te duele la cabeza? —pregunta acariciándose la frente.

—No, nunca me duele.

Tengo sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora