18.

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—Buenos días, Ana. —Saludo apoyándome en el mostrador.

—Hola, cariño. Aquí tienes, esto es para ti —indica, extendiéndome un sobre.

—¿De quién?

—No sé, tu padre me dijo expresamente que te lo diera a primera hora.

—Vale, gracias, Ana. Hasta luego. —Sacudo la mano y me dirijo al ascensor.

—Adiós, preciosa.

Me subo en el ascensor sola y pulso el botón número doce. El aparato hace un ruido raro y empieza a subir casi a trompicones, por lo que me agarro con fuerza a la barra de metal.

Abro el sobre mientras camino al despacho.

—Buenos días, Marcos. —Saludo con la vista en el papel.

Señorita López,

El director y dueño de esta empresa, el señor Francisco López, le avisa que en la mañana del miércoles 4 de marzo del año dos mil quince, se celebrará una importante reunión en la planta once a las once horas. Se requiere su presencia para discutir un tema de gran importancia.

Saludos,

Francisco López.

P.D: La asistencia es obligatoria.

Uf, una reunión aburrida.

—¿Pasa algo, Irina? —pregunta Marcos ante mi resoplo y niego con la cabeza.

—Estaré en una reunión a las once de la mañana, ¿crees que podrás apañártelas solo?

—Sí, estoy capacitado —asegura y mi mente sucia le ve el doble sentido a la frase.

Me muerdo el interior de mi mejilla y sacudo la cabeza. Que esté bueno no quiere decir que puedas tener fantasías, es tu secretario, por Dios.

Pero ¿sabes cuánto llevo sin sexo? ¡Un año y un mes! Es demasiado tiempo.

"En realidad, te follaste a Carlos hace un par de semanas".

¡Da igual! Eso no pasó para mí.

Suspiro, intentando ignorar el nudo en mi garganta producido por el recuerdo con el que era mi amigo, y asiento hacia Marcos.

—¿El señor Lawrence está en el despacho?

—Sí, Irina.

—Gracias, hasta luego.

Entro en el despacho y sonrío a Brad.

—Buenos días, Brad.

—Good morning, miss López —contesta en un perfecto inglés.

—¿Qué tal el trabajo? —Me intereso mientras camino hacia mi mesa. No paso desapercibida la mirada que me lanza el arquitecto al pasar frente a su mesa.

—Necesito unas cuantas cosas, pero por ahora todo muy bien.

—Recuerde que el lunes quedaremos con ellos —apunto, guardando el bolso en la gaveta de mi escritorio.

—Sí, lo sé. —Esboza una sonrisa chulesca y sonrío divertida. Me encanta su sinvergonzonería—. Todo va bien, confíe en mí.

—Muy bien, entonces me pondré con el otro proyecto. —Me siento y enciendo el ordenador con sus ojos azules aún sobre mí.

—No hay problema.

Mientras él está sin chaqueta y con las mangas recogidas haciendo un plano, yo me pongo con el proyecto de los Domínguez. Miro el plano de Carlos y acaricio las líneas perfectas, los trazos bien hechos, su letra elegante y grande.

Tengo sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora