(15 años)
—Está durmiendo —susurra Clara, la tía política de Carlos, mujer de Juan.
—No pasa nada, ¿me las dejas? —pregunto señalando el neceser y ella me mira con diversión mientras asiente.
—Te va a matar.
—Lo sé.
Cojo el neceser y me voy hacia el cuarto de Carlos. Abro lentamente la puerta para que no haga ruido y veo el cuerpo durmiente de mi mejor amigo.
Sonrío traviesamente y me dirijo a la cama. Duerme plácidamente con la boca abierta y lanzando ronquidos de dos a tres segundos.
Me aguanto las risas cuando saco el lápiz de ojos y le pinto un bigote elegante debajo de la nariz.
Cojo el colorete y le pongo un kilo en cada mejilla. Rimel en las pestañas. Lápiz de ojos alrededor de estos. Pintalabios rojo pasión en los labios y horquillas en el cabello.
Cierro el neceser y lo guardo debajo de la cama. Me levanto y grito al mismo tiempo que me tiro arriba de él, mi forma particular de despertarlo.
—Irina, pesada —exclama, apartándome de encima de él, pero con la poca fuerza que uno tiene cuando se acaba de despertar no consigue nada.
—Son las doce, hay que levantarse pero ya. Venga, arriba.
—No quiero.
—Carlos, ¿quieres un beso de vaca? —pregunto y él abre rápidamente los ojos.
—Mira, estoy despierto, estoy despierto —grita y yo me río ruidosamente.
—Venga, cámbiate.
—Sí, mi sargento.
Me levanto y él se sienta en la cama. Me aguanto las carcajadas mientras Carlos sale del dormitorio para ir al baño. Me siento en la cama y escucho el grito de Carlos a los pocos segundos.
—¡Irina, corre por tu vida!
Me río sonoramente y salgo corriendo, bajando las escaleras. Los tíos de Carlos se ríen cuando paso por el salón corriendo y llego al comedor. Carlos llega al otro lado de la mesa y no puedo parar de reír.
—Carlos, deberías quedarte con ese look, te queda fenomenal —le digo entre carcajadas y él me fulmina con la mirada.
—Cuando te pille, vas a sufrir.
—No me vas a pillar.
—Eso lo veremos.
Me muevo a la derecha y él me imita. Hago que me voy a mover a la izquierda y él corre, lo que me deja el camino libre por la derecha para irme al salón. Carlos me sigue muy de cerca y subo de dos en dos los escalones de la escalera. Me pilla en el pasillo y me lleva a su habitación mientras grito y río como loca.
Me tira en la cama y se coloca encima de mí. Coge mis muñecas y las pone por encima de mi cabeza.
—Vale, te he pillado. ¿Qué debería hacer ahora? —pregunta en un susurro con la respiración entrecortada y yo sonrío.
—Dejarme sacarte una foto.
—Irina, te estás ganando un ataque de cosquillas.
—¡No! —exclamo y él asiente.
—Lo siento, es demasiado tarde —indica y baja sus manos rápidamente a mi cintura.
Me río a carcajadas cuando comienza a apretar mi estómago, causándome cosquillas horribles, e intento apartar sus manos. Le pido una tregua cuando mi cara se pone rojísima y el aire no llega bien a mis pulmones. Él me suelta, pero vuelve a coger mis manos y las coloca por encima de mi cabeza de nuevo.
—Bien, creo que eso fue tu castigo. ¿Lo volverás a hacer? —pregunta y yo frunzo los labios.
—Seguramente —respondo y él aprieta los dientes.
—Irina.
—Te soy sincera —exclamo riéndome y él sonríe.
Nuestros ojos se conectan y nuestras sonrisas desaparecen cuando algo extraño sucede entre nuestros cuerpos. Sus manos en mis muñecas empiezan a quemar y siento electricidad por mi columna vertebral.
—Quítame esto ya —susurra Carlos en voz muy baja y mi piel se eriza.
—Si me soltaras, podría hacerlo —murmuro y él parece salir del mundo de yupi.
Me suelta y se tira en la cama a mi lado. Me levanto y pregunto a Clara por las toallitas desmaquilladoras. Las rescato del segundo estante del baño y camino al dormitorio de Carlos.
—A ver, Carla —me burlo y subo su rostro con mi mano.
Él me mira mal y yo sonrío con diversión.
—Cierra los ojos.
Carlos me obedece y cierra los ojos. Cojo su rostro con una mano y paso una toallita por sus ojos. Después de unas cuantas pasadas, el maquillaje se va. Lo mismo con las mejillas y los labios. Paso lentamente la toallita por su labio inferior y de repente mi garganta se cierra por los nervios.
No sé que estoy tan cerca de él hasta que abre sus ojos y su aliento se acelera, golpeando mi rostro. Su mano coge mi nuca y su pulgar acaricia mi mejilla.
—Irina, tengo que decirte algo —dice y yo suelto la toallita en la mesita de noche.
Me va a decir algo. ¿Me querrá? ¿Siente lo mismo que yo?
—Dime —contesto y pongo una mano en su hombro.
Pero nunca termina de decírmelo porque el tío nos llama para que bajemos a desayunar.
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Tengo sueño
RomanceIrina López tiene una extraña relacion con su mejor amigo. ¿Amigos o algo más? Ellos tienen una frase especial para poder verse de la forma que les apetece: sin ropa de por medio. Pero ¿qué pasará cuando ella se vaya a Nueva York durante un año? ¿Se...