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Miro las estrellas fluorescentes en el techo de mi habitación. Aún alumbran con toda su fuerza a pesar de los años que llevan puestas y no puedo evitar odiarlas.

Me aparto con rabia la lágrima que se escapa de mi ojo. Todo esto es culpa de Carlos. Lo odio. Lo odio con todas mis fuerzas.

Lo odio por haberse hecho un hueco tan profundo en mi corazón. Lo odio por haberme hecho sentir lo que nadie ha conseguido. Lo odio por haberlo conocido.

Lo odio por ser tan encantador, por ser tan adorable, tan difícil de odiar.
Lo odio por haberme dejado caer en sus redes. Lo odio por sus manos maravillosas en mi cuerpo. Lo odio por haberme robado tantos orgasmos, tantos besos, tantas caricias, todo mi corazón. Toda mi alma.

Lo odio por cantar en el karaoke de Ramona.

Lo odio por cantar conmigo y besarme, después no preocuparse por mí y por mi accidente.

Lo odio por estar con esa guarra de Catalina.

Lo odio por haberme escondido lo que sentía.

Lo odio por su cobardía.

Lo odio por alejarme de él de forma tan cruel, tan inhumana.

Lo odio por acelerarme el corazón cada vez que lo veo.

Lo odio por no poder parar de sentir mariposas asesinas cuando sus ojos me divisan.

Lo odio por no poder dejar de quererlo con todo mi ser, con todo lo que soy y lo que seré, también con todo lo que nunca llegaré a ser. Por quererlo con sus pros y contras. Por quererlo, aunque me haya hecho el mayor daño después de lo de mi madre.
Lo odio por amarlo y no poder soportar que esté lejos de mí.

Tengo sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora