Me estremezco y sonrío al sentir unos labios en mi espalda desnuda.
—Despierta, dormilona —susurra en voz baja Mario.
—¿Qué hora es?
—Las doce.
—Todavía es temprano. Déjame dormir un poco más.
—Ayer nos pasamos todo el día en la cama, ¿no has descansado demasiado?
Sonrío ampliamente cuando recuerdo el día anterior y me giro. Mario se apoya en mi pecho y sus ojos verdes me observan fascinados.
—Descansar, descansar, no descansamos precisamente, ojos verdes —respondo acariciando sus cabellos casi rubios.
Él asiente y sonríe.
—Tengo algo que te ayudará a despertar. —Ronronea y muerdo mi labio inferior.
Mario se desliza por mi pecho hasta mis labios y los comienza a mimar como solo él sabe hacerlo. Aparta la sábana de mi cuerpo y se coloca encima de mí, acariciando mi rostro con amor.
—Quiero enseñarte cómo me gusta hacerlo a mí —susurra contra mis labios y baja a mi cuello.
—Vale —mascullo con los ojos cerrados, disfrutando de sus caricias maravillosas.
—No necesito que me digas lo que quieres hacerme, necesito que lo hagas si quieres —explica y sube, dejando su rostro a centímetros del mío—. Quiero hechos, no palabras, ¿de acuerdo?
—Sí. —Exhalo y lo beso, rodeando su cuello con mis brazos.
Sus manos viajan a mis costados y los recorre lentamente.
—¿Alguna vez te han hecho el amor? —pregunta contra mis labios y me separo de él.
—No sé... —Dudo y evito su mirada—. Solo la primera vez, quizá.
—¿La primera vez? ¿Nunca más? —pregunta, sorprendido, y lo miro con bochorno.
—No, nunca más. No éramos novios.
—No hay excusas para no hacerte el amor, a ti siempre hay que tratarte como una reina —sentencia y pongo los ojos en blanco.
—He sobrevivido.
—Vale, voy a hacerte el amor, aquí y ahora —exclama y besa mi mejilla—, porque te lo mereces.
—Es algo nuevo para mí —mascullo lentamente y él asiente.
—Lo sé y me siento afortunado porque me dejes ser el primero.
—No hay otro mejor.
Sonrío y lo abrazo, tocando y acariciando su espalda varonil. Muerdo su hombro levemente y beso su cuello.
—Va a ser lento. Sé que te gusta rápido y duro, pero habrá mucho placer y disfrutarás —me promete y agito la cabeza.
—Confío en ti, ojos verdes —aseguro y lamo el lóbulo de su oreja derecha.
Baja a mi cuello, siguiendo por el valle de mis pechos y después por mi vientre.
—Mmm, este piercing. —Ronronea y sonrío satisfecha.
Continúa bajando y llega a mi vagina. Abre mis piernas y besa el interior de mis muslos, tiemblo y agarro con fuerza la sábana. Besa por fin mis labios vaginales y gimo cuando su aliento choca con mi sexo húmedo. Abre mis labios y su lengua juega con mi clítoris, haciendo que sufra un espasmo de placer.
Lo hace lento, pero siento más placer que si lo hiciera rápido.
—Mario —gimo y me retuerzo debajo de él.
Mario agarra mis caderas para que no me mueva y ahora utiliza toda su boca para darme placer. Mis dedos se deslizan entre sus cabellos y lo pego a mi entrepierna, temblando de gozo.
Mi novio se separa de mí cuando estoy a punto de correrme en su boca y sube con besos hasta mis labios. Me devora la boca y siento mi sabor en la suya. Se introduce en mí lentamente y yo gimo, separándome de él. Pega su mejilla a la mía y se comienza a mover lentamente dentro de mí.
Me doy cuenta un poco tarde, cuando siento las mariposas en mi estómago: me está haciendo el amor. Me acaricia con dulzura, con suavidad, me mima. Me está haciendo el amor como nunca me lo han hecho.
—Te quiero.
Siento que sueño cuando escucho esas palabras salir de su boca, pero no, esto no puede ser un sueño, sería uno demasiado bueno.
Separo su rostro de mi hombro y lo beso con anhelo, anhelo y deseo por él, por su cuerpo, por su amor.
—Te quiero —contesto y él sonríe contra mi boca.
Me embiste y yo jadeo. Me arqueo debajo de Mario y él rodea mi cintura con su brazo, pegando nuestros estómagos. Empezamos a movernos juntos, a la par, sincronizadamente.
Nuestros labios se juntan y se derriten, formando uno solo. Nuestros cuerpos los imitan y parece que no hay final de mi cuerpo al de él. Tiemblo terriblemente, como nunca lo había hecho, al sentir el clímax llegar. Los labios de Mario en mi cuello, sus gemidos en mi oído, los míos en el suyo, nuestros cuerpos chocando, mezclándose.
Araño sus bíceps cuando me corro con brutalidad alrededor de su pene y él gruñe contra mis labios. Rodeo su cintura y acaricio su espalda. Él se corre segundos después y cae encima de mí, aún en mi interior.
—¿Es verdad? —susurro.
—Es verdad ¿el qué? —pregunta con dulzura.
—Esto, lo que acaba de pasar, lo que me dijiste.
—Sí, es real.
—No puedo tener tanta suerte —mascullo y lo beso—. Nunca te alejes de mí, nunca —digo contra sus labios y lo vuelvo a besar.
Mario sale de mí y me abraza mientras nuestros labios se fusionan.
—La única persona que puede alejarme de ti eres tú, Ina, nadie va a poder separarme de tu lado —asegura y se acuesta en mi pecho.
Acaricio su cabello y suspiro.
Nadie, excepto yo. Nadie, excepto yo y mis sentimientos hacia Carlos.
Está en mi mano hacerle o no daño a Mario. Está en mi mano olvidar de una puta vez a Carlos.
Está en mi mano ser feliz o echar a perder mi vida.

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Tengo sueño
RomanceIrina López tiene una extraña relacion con su mejor amigo. ¿Amigos o algo más? Ellos tienen una frase especial para poder verse de la forma que les apetece: sin ropa de por medio. Pero ¿qué pasará cuando ella se vaya a Nueva York durante un año? ¿Se...