Lunes.
—¿Qué haces aquí? —pregunta apoyándose en la ventanilla del coche.
—Bueno, ojos verdes, todavía tienes el coche en el taller ¿no?
Él me lanza una mirada intensa con esos ojos tan bonitos que tiene y recorre con ellos mi rostro, buscando seguramente la verdadera razón por la que me he plantado en su trabajo justo en la hora en la que sale. Me acordé porque me lo dijo anoche.
—Sí, pero puedo ir caminando a casa —argumenta y sacudo la cabeza.
—Permíteme ser tu taxi —digo con una sonrisa de súplica y él resopla, pero finalmente abre la puerta y se mete en el coche.
—¿Seguro que solo es porque tengo el coche en el taller? —pregunta poniendo la bolsa de deporte en el asiento trasero.
—Y porque no me has llamado, y porque tenía ganas de verte. ¿Necesitas más motivos? —Sé que me sonrojo, pero me da igual.
—¿En serio tenías ganas de verme? —pregunta con una sonrisa burlona y pongo los ojos en blanco.
—Sí, pero que no se te suba a la cabeza.
La verdad es esa: tenía ganas de ver a Mario desde el primer minuto que lo dejé en su casa en la madrugada del domingo. Motivada, quizá, por aquel recuerdo en el despacho de Carlos y por la horrible certeza de que no volvería a estar así con él nunca más, he decidido centrarme en mi relación con el policía.
Arranco el coche y me encamino a la casa de Mario.
—¿Y cómo te ha ido este lunes? —pregunta y suspiro.
—Tengo un nuevo proyecto y a las seis tengo una cita con ellos y mi arquitecto.
—Ah, ¿tienes un arquitecto?
—Es mi compañero —respondo, mordiéndome el labio inferior para no soltarle quién es en realidad.
—Qué guay, yo tenía lo de ser arquitecto como plan B si no me conseguía entrar en la policía —revela y yo sonrío.
—¿En serio? Pues yo que no le veo ninguna salida.
—Bueno, siempre me ha gustado dibujar. No sé, es como plasmar en un papel mis sentimientos.
La última frase me choca y me deja sin aliento. Es lo mismo que siempre dice Carlos.
—Oh, pues yo será que tengo otro modo de expresar mis sentimientos —respondo después de tragar saliva.
—¿Y cómo?
Giro la cabeza, lo miro y alzo las cejas. Entonces él se ruboriza y yo me río.
—Era broma. A mí me gusta la fotografía y la música.
—Ah. —Mira por la ventanilla y respira hondo. Yo me sigo riendo, ahora interiormente— ¿Y por qué eres diseñadora de interiores?
—Mi padre me inculcó ese pensamiento desde pequeñita. Él es arquitecto también, pero a mí siempre me ha atraído decorar casas, hoteles, y esas cosas.
—¿Has decorado algún hotel de aquí? —pregunta y yo asiento.
—El nuevo de Puerto del Carmen.
—¿El Beatriz?
—Sí, exacto, ese mismo —contesto y él sonríe.
—Guau, está muy bien hecho. Yo me hospedé una semana allí hace unos meses.
—Puerto del Carmen es lo mejorcito de aquí.
—Además de ti —exclama con seguridad y yo me río, pero no porque me haya hecho gracia, sino de vergüenza.

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Tengo sueño
RomanceIrina López tiene una extraña relacion con su mejor amigo. ¿Amigos o algo más? Ellos tienen una frase especial para poder verse de la forma que les apetece: sin ropa de por medio. Pero ¿qué pasará cuando ella se vaya a Nueva York durante un año? ¿Se...