48.

3.4K 175 6
                                    

Lunes de la siguiente semana, a tres semanas de la boda.

Me froto la frente y bloqueo el teléfono. No tengo derecho a llamarlo. Cojo mi bolso y me levanto del taburete.

He pasado esta semana en casa, sin salir, hablando con la gente solo por teléfono, menos con los de la empresa, y pensando lo que sería de mi vida ahora sin nadie a mi lado.

Echando de menos a Carlos, aunque hayan pasado dos meses desde que no lo tengo. Echando de menos a Mario, aunque solo por su cariño, abrazos y ojos verdes.

Mi hermano me pilló después de que Mario se fuera y me abrazó hasta que dejé de llorar, una hora después. Luego me acompañó a mi apartamento junto a Ari. Yo ya estaba bien, al fin y al cabo, me dolía el daño que le estaba haciendo a Mario, no el mío propio.

He notado un cambio en mi interior, una fuerza nueva. Como un callo en la mano de un albañil que ayuda a fortalecerla y no permite el dolor por un simple bloque de cemento.

Pues eso mismo, pero en el corazón.

No sé qué hacer: luchar por Carlos, o dejarlo marchar con la zorra de Catalina.

Está claro que no soporto que esté al lado de él, está claro que lo quiero conmigo, pero también está claro que la ha elegido a ella y yo no puedo hacer nada contra eso.

Me monto en mi Mercedes y conduzco sin prisas a la empresa. Hoy tengo una reunión con los jefes y Carlos.

Suspiro y me subo en el ascensor, echando de menos la sonrisa de Ana, la nueva novia de mi padre.

No puedo estar más contenta por su relación. La verdad es que tenía ganas de ver otra vez el brillo del amor en los ojos de mi padre.

Y sé que mi madre no se enfadará con él, ella siempre ha sido todo para los demás y nada para ella misma. Algo bueno a veces, pero malo también.

—Buenos días. —Saludo con una sonrisa a todos.

Me alegra ver lo grande que se ha hecho mi cupo de amistades: Miguel, Marcos y Brad. Y lo alegre que estoy de haberlos conocido.

Entro en el despacho, saludo a Brad y me pongo a trabajar.

Ahora puedo dejarme llevar. Carlos y Brad tuvieron su tiempo de hacer lo que quisieran con los proyectos, me toca a mí hacerlo también.

Y lo que disfruto haciéndolo.

A las doce, me levanto para ir a la reunión. Como debe hacer siempre un jefazo, llego tarde.

Saludo a todos con una sonrisa y observo que Carlos me contempla con un toque de admiración y orgullo.

Me siento con él a mi izquierda y Raúl a mi derecha.

—Bueno, este sábado tenemos una fiesta por mi ascenso y el del señor Perdomo. —Comienzo y ellos me observan atentos—. También quiero celebrar la asociación que tendremos con Francia próximamente.

Todos exclaman y comienzan a hablar eufóricos. Sonrío y noto que la asilla de mi camisa se cae cuando mis hombros se relajan con alivio. Estaba nerviosa por esta nueva noticia de la empresa.

Carlos mira con detenimiento mi hombro desnudo y nuestras miradas se cruzan. Frunzo el ceño cuando sus ojos me hablan, pero no los entiendo porque me hablan con esa cosa extraña que estos años me ha intrigado.

Desvía la mirada y vuelvo al mundo real. Me coloco la asilla y vuelvo a llamar la atención de los demás.

—Me gustaría que no se lo dijeran a nadie porque soy un poco supersticiosa —añado y ellos se ríen—. Y no me gustaría que nadie se enterara por eso mismo, pienso que todo saldrá mal si lo sabe alguien antes de que ocurra de verdad.

Tengo sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora