Sábado.
—Venga ya, Irina López —exclama impaciente mi amiga Alicia.
—Que ya voy, pesada —grito y me pongo mi vestido color coral. Se amarra detrás de mí nuca, dejándome la espalda descubierta y un pequeño círculo en la mitad de mi estómago.
Me pongo unos tacones color celeste, cojo un chal blanco y mi bolso de mano del mismo color que los zapatos.
Salgo y Ali me ve. Comienza a saltar en su sitio, emocionada.
—¡Estás guapísima, así te puedes conseguir cualquier maromo! —exclama y finjo una sonrisa.
El único maromo que quiero se va a casar dentro de tres semanas con una zorra.
—Vamos ya, que llegamos tarde.
— Eso es por tu culpa —apunta y la miro mal, alza las manos en gesto de rendición y nos reímos.
Llegamos al almacén que la empresa ha alquilado para celebrar la fiesta, decorado por casi todos de forma simple, con una bola de cristal en mitad del espacio.
Saludamos a todos y buscamos a Nando, que está guapísimo con sus pantalones de vestir, su camisa blanca de botones arremangada y su pelazo en un tupé.
—¡Dios mío, de hoy no te escapas! —profiere Ali a mi lado y me río, mordiendo mi labio inferior.
Busco a Carlos, que está en un rincón con un cubata en la mano. Suspiro cuando lo veo con un pantalón rojo pegado a sus maravillosas piernas, una camisa gris abrazando su torso tonificado, sus Vans grises y su americana negra arremangada. Mmm, ¿por qué está tan bueno?
Ali me prepara un mojito y me lo bebo casi todo de un sorbo, luego lo dejo en la mesa y tiro de su mano para bailar con ella.
Bailamos la de Fireball, de Pitbull y John Ryan, con la atenta mirada de Nando, y Carlos en nosotras.
Bailo muchas canciones con Nando, Ali, Miguel, Marcos, Brad, incluso Raúl, que intenta excusarse con su edad, aunque a mí, y a mis cinco mojitos, nos da igual.
Cuando me noto muy mareada, se lo digo a Ali, que me acompaña al baño mixto del almacén.
Me siento en el mueble del lavamanos y empieza a mojar mi nuca.
—Ay, ya, déjame —me quejo y alejo a manotazos sus dedos fríos.
—¿Sigues mareada? —pregunta preocupada y niego con la cabeza.
—Vete, tengo que hacer pipí, y no te preocupes por mí.
—No pienso irme.
— Vete, no seas tonta, tengo que orinar ya —exclamo empujándola levemente y ella pone los ojos en blanco.
—Qué pesada te pones cuando estás borracha.
—Yo también te quiero —respondo arrastrando las palabras y ella sonríe, me da un beso en la frente y se va.
Pongo mi cabeza entre mis manos y masajeo mis sienes. Solo necesito tiempo, el mareo se irá. Lo sé.
La puerta se abre y veo de reojo el pantalón rojo de Carlos. Alzo la mirada y nuestras miradas se cruzan.
—Hola. —Saluda y alzo la mano, moviendo mis dedos con desenvoltura y diversión—. ¿Estás bien?
—Sí —susurro ahogadamente y él se acerca.
—¿Estás borracha? —pregunta y yo niego con la cabeza.
Tengo alcohol en sangre, y mi boca se traba, pero no, estoy consciente de todo. Por ejemplo, de lo bien que le queda esa camisa apretada.

ESTÁS LEYENDO
Tengo sueño
RomanceIrina López tiene una extraña relacion con su mejor amigo. ¿Amigos o algo más? Ellos tienen una frase especial para poder verse de la forma que les apetece: sin ropa de por medio. Pero ¿qué pasará cuando ella se vaya a Nueva York durante un año? ¿Se...