51.

4.9K 217 5
                                    

Lunes.

Me giro sobre la cama y abro los ojos. Unos marrones me observan con detenimiento y sonrío.

—¿Me estás acosando? —pregunto y Carlos se ríe.

—Solo un poco. Estás hermosa cuando estás durmiendo —responde.

—¿Solo cuando duermo?

—Y siempre, lo sabes —se corrige y yo me río.

Me tiro arriba de él y lo beso. Él aparta la sábana de mi cuerpo desnudo e introduce su lengua en mi boca mientras acaricia cariñosamente mi espalda.

—No te has ido —advierto contra sus labios y él sonríe.

—No me iré, te lo dije ayer.

Lo vuelvo a besar y él se coloca encima de mí, mimando mi rostro con sus caricias y mis labios con los suyos.

—Tenemos que trabajar —le digo y él se aparta de mí. Sonrío al ver su ceño fruncido.

—¿En serio, Ina?

—Somos los jefazos, no podemos faltar —me defiendo y rodeo su cuello con mis brazos—. Tengo que hablar con el director de Nueva York porque supuestamente me vería en persona hoy.

Carlos pone los ojos en blanco y deja caer todo el peso de su cuerpo sobre el mío. Mmm, su piel contra la mía.

—Tengo ganas de quedarme aquí contigo, en la cama todo el día —susurra rozando con su nariz la mía.

—Y yo, pero el deber nos llama. Además, mi padre se enfadará.

—Oh, mi suegro —exclama y me río.

—Espera que lo sepa.

—Y Quique —añade, perdiendo la sonrisa. Lo imito y hago que me mire.

—Sabe lo que siento por ti. Sé que le disgustará que estemos juntos, pero... —Sonrío y acaricio su nuca con ternura—, que se joda. Te amo y no voy a permitir que él decida lo que hago con mi vida. Además, a quien le tienes que gustar es a mí, no a ellos.

—Pero es una buena ayuda que le caiga bien a tu familia.

—Lo haces, has estado toda la vida con nosotros —contesto y él asiente, poco convencido—. Yo estaré contigo, aunque ellos no lo acepten.

Sonríe y me besa. A los pocos minutos, nos levantamos y entramos en la bañera.

—Solo ducharnos —le advierto con el dedo índice levantado y él alza las manos con las palmas hacia fuera.

Me giro y abro el grifo. Sus brazos me rodean al instante siguiente y pega todo su cuerpo a mi espalda. Cierro los ojos y tiemblo de arriba abajo.

—No puedo resistirme —susurra en mi oído y acaricio sus brazos.

—Se nos va a hacer tarde, tengo que llevarte a tu apartamento para que te cambies —respondo y él sube con besos desde mi cuello al lóbulo de mi oreja.

—Me lo deberás —masculla y sonrío.

—Encantada estaré de pagar mi deuda.

Nos duchamos juntos, enjabonándonos el uno al otro, riendo y jugando juntos. Luego salimos y nos vestimos. Me pongo una falda de tubo de color caqui, una camisa elegante blanca, los tacones del mismo color y me hago una cola de caballo alta.

—Estás cañón —exclama Carlos cuando salgo del baño después de maquillarme y sonrío.

—Siempre lo estoy.

Tengo sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora