47.

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Viernes.

—Un cubata, por favor —le pido a Ramona y ella me sonríe, asintiendo.

—¿Cómo te va con Mario? —pregunta mi hermano y lo miro. Está sentado junto a mi cuñada en una mesa.

—Bien, creo —susurro y sonrío—. Creo que demasiado bien —aseguro, aunque sé que miento.

—Se les nota —contesta y mira hacia la puerta. Sigo su mirada y veo a Carlos entrando—. Joder, qué pesado es este tío.

Bajo la mirada a mis manos, sin decir ni mu.

"Solo está cumpliendo su promesa", pienso en voz baja dentro de mi cabeza.

—Aquí tienen, chicos —dice Ramona y coloca el cubata encima de la barra.

Le sonrío y agarro el vaso. Muevo la cabeza, haciéndole un gesto a Quique para que me siga, y regresamos a la mesa donde están Mario y Ari.

Me siento al lado de Mario y él rápidamente coge mi mano. Le doy un sorbo al cubata y respiro hondo.

Tengo que decírselo, no puedo estar con él sin sentir nada. Pero no le quiero hacer daño. Mira que se lo dije. Sabía que le iba a hacer daño. Me conozco. Sé que mi corazón siempre ha sido de Carlos. Solo me estaba mintiendo a mí misma pensando que Mario podía cambiar eso, que podía cambiar mis sentimientos, pero todo ha sido una pérdida de tiempo.

Y todo es mi culpa. Él insistió una y otra vez porque tenía la misma ilusión que yo en cambiar mi vida, en enseñarme lo que era el amor de verdad, lo que significaba tener una pareja. Pero nunca debí haberlo permitido.

Y soy una estúpida porque Mario me ha dado mucho más que Carlos. Con Carlos siempre ha sido soledad, inseguridad y cohibición al no poder expresar mis sentimientos por no cambiar nuestra relación.

Con Mario es totalmente al revés. No puedo dejar de exteriorizar mi cariño, mi deseo y mi admiración por él.

Pero con él ya no siento la necesidad de tenerlo a mi lado a cada segundo. No siento los escalofríos cuando me roza. No siento mi corazón acelerarse por quererlo con toda mi alma.

Pensaba que sí, que todo eso me pasaba con Mario, pero ayer abrí por fin mis ojos. Me quité la venda y me di cuenta de que no le quise nunca. Solo pensaba que lo quería.

Mario no se merece esto, no se merece querer a una idiota insensible que ha jugado con su corazón como un niño con un juguete.

Alguien me zarandea y vuelvo al mundo normal.

—¿Estás bien? —pregunta Mario y lo miro.

—Sí, estoy bien, ¿qué pasa? —respondo frunciendo el ceño y él se separa de mí un poco confundido.

—Estás muy callada y pensativa. ¿Te ha pasado algo en el trabajo hoy? —pregunta y niego con la cabeza.

Le voy a decir que necesito hablar con él cuando Ramona habla por el micrófono del escenario.

—Buenas noches, bellas personas. Esta noche, por fin, está con nosotros nuestra Irina... —La gente aplaude y me sonrojo—. Venga, preciosa, sube a este escenario y deja que admiremos un ratito tu hermosa voz.

Pongo los ojos en blanco y me voy a levantar cuando Mario pega nuestros labios. Oh, el beso antes de subir. Casi me olvidaba. Cojo aire y le sonrío. Él me mira extrañado, sé que sabe que me pasa algo.

Me pongo en pie y trago saliva, caminando hacia el escenario. Ramona me abraza y cojo el micrófono.

—Buenas noches. —Me aclaro la garganta y coloco el taburete en mitad del escenario—. Hoy, y los próximos seis meses, estaré sola en este escenario porque mi compañero Óscar acaba de sacar un disco. Más vale que lo compren porque valdrá la pena escucharlo —exclamo y la gente vitorea efusivamente—. Quiero dedicarle la actuación de esta noche a él, porque si no hubiera sido por su ayuda, no estaría en este escenario ahora mismo.

Tengo sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora