33.

3.8K 212 6
                                    

—¡Dime que es mentira! —exclamo y él niega con la cabeza.

—Lo siento, cuando vi esa carpeta no pensé que saldría todo de esta manera —susurra con pesadumbre y me froto frente con los dedos, notando mi ojo temblando por los tics de nervios.

—Mario, me quiero morir. —Me siento a su lado y él rodea mis hombros con su brazo.

—¿Hay alguien que quisiera hacerte daño?

—¡Yo que sé! Pero no, no sé. Nunca he hecho nada malo

—Alguna persona de la que te hayas reído, algo por el estilo.

—Mario, yo no me reía de nadie. Soy una persona respetable, no hago daño si no me lo hacen a mí.

—Estoy perdido, no sé qué pensar.

—Mario, no te irás ¿verdad?

—¿No quieres ir a trabajar hoy?

—No, quiero quedarme aquí, contigo, todo el día. Necesito llorar y sentirme protegida.

Mi novio me abraza más fuerte y coloco mi oído sobre su corazón.

—Te protegeré con mi vida si hace falta.

...

—Te quiero, papá, pórtate bien por Francia y no me traigas ninguna francesa.

—No te prometo nada, hija, y tú ten cuidado con ese Mario, no quiero nietos aún.

—Si es por ti, papá, no los quieres nunca —exclama Quique y papá se ríe.

—Solo quiero que lo piensen bien. Tener un hijo es como hacerte un tatuaje en la cara —contesta y Quique y yo ponemos los ojos en blanco.

—Los pasajeros del vuelo número 253 con destino a Francia, embarquen por la puerta 1, por favor —dice la voz robótica en la terminal 1 del aeropuerto de Lanzarote.

—Adiós, papá —susurro con la barbilla temblorosa y lo abrazo—. Te odio por dejarme sola con Quique —mascullo en su oído y él suelta una carcajada ronca.

—Ay, mi niña, tú podrás controlarlo.

—¡Ya me están criticando! —protesta Quique y papá y yo nos reímos.

Quique se despide de papá y mi hermano y yo observamos a nuestro padre dirigirse a la puerta de embarque.

Me apoyo en el hombro de Quique y suspiro.

—¿Crees que soy mala por no decírselo? —pregunto y Quique me acaricia el cabello.

—No, tú sabes que si le dices lo que te contó Mario, no se va ni harto a vino a Francia. Haces bien, ya se lo contarás cuando regrese.

—¿Cómo crees que se lo tomará?

—¿Mal? Seguro. ¿Se cabreará? Evidentemente —dice y lo observo fijamente—. Pero seguro que entenderá que no se lo hayas contado. Además, sabes cómo es.

—Por eso estoy preocupada.

—No tienes por qué. —Abraza mis hombros y salimos del aeropuerto juntos—. ¿Vas a ir a El Malecón esta noche?

—Claro, ¿tú?

—No tienes que preguntarlo, bicho.

...

Ahí está. Carlos entra por la puerta del bar y me busca con la mirada. Cuando me encuentra, la desvía y se va a la barra.

—Bicho, ¿invitaste a Carlos? —pregunta Quique inclinándose sobre la mesa y yo niego con la cabeza.

Tengo sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora