Lunes.
Al final Mario decide ir a cenar a las ocho a El Malecón, lo que me deja con nervios para toda la tarde. Le cuelgo cuando ya estoy en mi despacho junto a Víctor, que me espera con unos papeles en sus manos.
—Perdona, Víctor, ¿tienes algo para mí?
—Primero, me alegra verte después de una semana, estaba muy preocupado por ti —dice y yo sonrío, dejando el bolso en la mesa.
—Gracias, Vic, supe que me llamaste, pero en ese momento estaba durmiendo y luego me olvidé de devolverte la llamada.
—No pasa nada —indica rápidamente y me siento—. Tienes un nuevo cliente —anuncia entonces—. Una pareja de jubilados con bastante dinero, como los Domínguez.
—Háblame más de ellos —le pido y él asiente.
—Jubilados con cincuenta años. —Alzo las cejas y él asiente—. Cualquiera con tanta pasta lo haría.
—¿Cómo se llaman?
—Rodrigo y Carmen Santana —continúa—. Quieren una casa de verano en Puerto del Carmen, a primera línea de playa y ya han comprado un solar bastante grande. Tres pisos, piscina, jacuzzi y gimnasio. Han dicho que son muy fans de tus proyectos y que han decidido, junto a la jubilación, contactar con nosotros. Lo último que me dijeron es que seguro que no se arrepentirían.
—Seguro que no —aseguro con una gran sonrisa—. Gracias, Víctor, puedes volver a tu puesto de trabajo —le indico extendiendo mi mano y él deja los papeles en ella.
—Que tengas una buena vuelta.
Me despido con una sonrisa y él se gira.
—Espera, Víctor —exclamo cuando me acuerdo de algo muy importante. Él se vuelve y asiente con una expresión expectante—. No le des los papeles a Miguel, voy a cambiar de arquitecto.
No me sorprende su ceño fruncido, ni que vuelva a la mesa.
—¿Te has peleado con Carlos?
—Al parecer nuestros caminos se han separado. Por favor, haz lo que te he pedido.
—Siento la pregunta tan personal.
Suspiro y suelto los papeles en la mesa. Lo miro y él alza las cejas, seguramente al ver mi expresión.
—Esto me gusta menos de lo que te imaginas.
—¿Lo vas a poner con Lidia?
—O con quien el señor Perdomo desee —respondo, volviendo mi mirada a los papeles con las características de mis próximos clientes—. Lo que sí tengo seguro es que conmigo no va a trabajar más.
—Haré lo que has dicho y no te olvides de que estoy en la línea 2 si me necesitas.
—Lo sé —digo con una sonrisa y él se marcha.
Hago mi llamada a los Santana rápidamente, hablo con ellos y me hago una idea de lo que quieren. Concreto una fecha para verme con la pareja y cuelgo. Salgo del despacho y me dirijo al ascensor sin ver a nadie que no desee. Pulso el número diez y bajo a la planta de mi padre y amigos. Cuando llego a sus mesas están como siempre, con las cabezas bajadas y concentrados en sus trabajos.
—Hola, chicos. —Saludo alegremente y sus cabezas se alzan como resortes. Los dos vienen a mí al mismo tiempo.
—¿Cómo es que has venido? ¿Se lo has dicho a Quique? ¿Cómo estás? ¿Por qué no nos dijiste que ibas a regresar al trabajo? —pregunta Ali y, sin darme tiempo para contestar, me abraza.

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Tengo sueño
RomanceIrina López tiene una extraña relacion con su mejor amigo. ¿Amigos o algo más? Ellos tienen una frase especial para poder verse de la forma que les apetece: sin ropa de por medio. Pero ¿qué pasará cuando ella se vaya a Nueva York durante un año? ¿Se...